Antes de salir consultó el mapa de la línea de metro. Línea 10, Plaza de España. Cerró la puerta de casa, y hacia la boca de metro dirigió sus pasos. Apenas quince minutos de trayecto para llegar a destino. Una vez en la superficie se topó de frente con un semáforo, esperó hasta el pertinente cambio de color y cruzó con tranquilidad la ancha avenida. Llegaba a la Plaza de los Cubos antes de la hora acordada, una rápida mirada al abanico de ofertas comerciales que circundaban el lugar y... ahí mismo, decidió. Se paseó, ora aquí, ora allí picoteando con la mirada entre portadas de libros. Al cabo de un largo rato salió y, caminando en oblicuo, se introdujo en el hall que daba acceso a las salas de cine.
Miró en derredor suyo, buscando en otra persona la repetición de su gesto. Nada. Otro barrido visual. Tampoco. ¡Maldita manía tuya de querer vivir en perpetuo desenfoque! ¡esas gafas!, se recriminó. Pues no, que no me las pongo, se autoreplicó, a la par que se hacía con el móvil. Con él en la mano pulsó llamada sobre uno de los números. Más fácil que ponerse las gafas. Ya, pero ¡más caro! ¡desastre, que eres un desastre! ~ Que no voy a hablar ~ ¡Ah, bueno!
En el exterior alguien echaba mano a uno de sus bolsillos. Identificación conseguida. Cortó la llamada y se encaminó hacia donde estaba. Se sonrieron mutuamente. Sin más. Salieron de allí cuando los títulos de crédito llegaron a su final.
"The Artist" fue la película. Un comienzo silencioso, el mejor.
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