«Todo esto no tendría que durar, pero durará siempre. El siempre de los hombres, naturalmente, un siglo, dos siglos… Y luego será distinto, pero peor. Nosotros fuimos los Gatopardos, los Leones. Quienes nos sustituyan serán chacalitos y hienas, y todos, gatopardos, chacales y ovejas, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra».
"Un artista debe expresarse a sí mismo en su vida real de la misma forma que expresa su trabajo. No debe hacer una cosa con una mano y otra con la otra. Hoy en día parece que sea de buen tono que cuando te consideras a ti mismo como un artista lleves una doble vida. Una persona habla y trata de presentar su propia visión de la vida en su trabajo, pero luego se comporta de una forma contradictoria a lo que ha defendido. Lo que este artista está diciendo en su obra es hipócrita. Tengo la impresión de que éste es el caso con la mayoría de los modernos. Eso hace que su trabajo sea poco claro e incluso peligroso. Hay gente que trabaja como un parásito en la sociedad."
"Es mejor tener tu nombre escrito en un libro de insectos que nada". "La arena pudre las cosas." “¿Excavas para sobrevivir o sobrevives para excavar?”
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¡No hay motivo para salir!
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¡Puede salir a caminar, al menos!
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¿Caminar?
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Sí, caminar, dar un paseo. ¿No es motivo suficiente? Antes de que
yo llegara, ¿no salía a caminar por simples ganas de hacerlo?
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Sí, pero lo único que se consigue saliendo a caminar sin propósito
es cansarse. (...) Sí, he caminado... -empezó a hablar con una voz
monótona, apagada-. Ya lo creo que me hicieron caminar... Hasta que
vine aquí... Solía andar mucho tiempo con el niño a cuestas. Me
cansé a morir de caminar...
El
hombre se sorprendió. ¡Qué manera de hablar más extraña! No supo
qué contestar. Recordaba cómo unos diez años antes, cuando sólo
quedaban ruinas de la guerra, todos anhelaban la libertad de no
seguir caminando. Y ahora, pensó, ¿será que nos hemos cansado de
la libertad de dejar de caminar?
Decía Borges que los buenos autores influyen no sólo en el futuro sino también en el pasado, y en este caso la película sirvió para rescatar este relato breve, de apenas cien páginas.
"El corazón de las tinieblas", Joseph Conrad. Obra en la que basa la película: "Apocalypse Now", F. F. Coppola.
"Vosotros sabéis que odio, detesto, me resulta intolerable, la mentira, no porque sea más recto que los demás, sino porque sencillamente me espanta. Hay un tinte de muerte, un sabor de mortalidad en la mentira que es exactamente lo que más odio y detesto en el mundo, lo que quiero olvidar. Me hace sentir desgraciado y enfermo, como la mordedura de algo corrupto."
"He luchado a brazo partido con la muerte. Es la contienda menos estimulante que podéis imaginar. Tiene lugar en un gris impalpable, sin nada bajo los pies, sin nada alrededor, sin espectadores, sin clamor, sin gloria, sin un gran deseo de victoria, sin un gran temor a la derrota, en una atmósfera enfermiza de tibio escepticismo, sin demasiada fe en los propios derechos, y aún menos en los del adversario. Si tal es la forma de la última sabiduría, la vida es un enigma mayor de lo que alguno de nosotros piensa. Me hallaba a un paso de aquel trance y sin embargo descubrí, con humillación, que no tenía nada que decir."
"Yo levanté la cabeza. El mar estaba cubierto por una densa faja de nubes negras, y la tranquila corriente que llevaba a los últimos confines de la tierra fluía sobríamente bajo el cielo cubierto... Parecía conducir directamente al corazón de las inmensa tinieblas."
Pocas cosas hay tan gratas como toparse inesperadamente o esperadamente con la fascinante sonrisa de un fascinante hombre, grande él entre los más grandes. El glamour y la elegancia adquieren forma carnal en su persona. Su encanto natural traspasaba, traspasa todavía la pantalla. Él ya no está, pero nos ha dejado lo mejor: él mismo.
Qué mujer no ha deseado ser “su carita de mono” en “Sospecha”. Nadie como él para encarnar al inolvidable ex marido "C. K. Dexter Haven" en “Historias de Philadelphia”. Ni vestido con lencería femenina en “La fiera de mi niña” perdía un ápice de su encanto y atractivo, ni tan siquiera dando vida a “David Huxley”, paleontólogo tímido y despistado, cuya única preocupación era la clavícula intercostal de su brontosaurio; cuántas veces no habré canturreado al guepardo: “Todo te lo puedo dar menos el amor, baby…”
Aparte de esa maravillosa “bis cómica e irónica” supo interpretar a la perfección el lado oscuro en algunos personajes: soberbia la escena en la que sube las escaleras con el vaso de leche en la mano (“Sospecha”). En “Encadenados”, de Hitchcock, como “Devlin”, agente de inteligencia norteamericano, se enamora de "Alicia", hija de un espía nazi, a la que da vida una maravillosa Ingrid Bergman; aquí su interpretación es más contenida, alejada del Cary Grant de “Arsénico por compasión”, la deliciosa “Charada” o la magnífica comedia “Vivir para gozar”.
Quién no lo ha inmortalizado en su mente perseguido por aquella avioneta fumigadora en “Con la muerte en los talones”, de Hitchcock. Cómo olvidar el jugoso diálogo entre él y su madre en la película, Jesse Royce Landis (más joven que él por cierto); las escenas de amor con la no menos seductora y enigmática rubia Eve Marie Sant; la persecución en el Monte Rushmore; la escena en la ONU y toda la sucesión de equívocos que es la película desde que unos asesinos le confunden con el misterioso “George Kaplan", a él, “Roger Thornill”, que no es más que ¡¡¡un inofensivo publicista!!!
En fin, son tantos y tan buenos los momentos que he pasado gracias a él y con él, que ocupa un lugar privilegiado en ese pequeño mundo en el que guardo las cosas más selectas con las que me voy topando a lo largo del camino.
Hitchcock que le conocía muy bien, no en balde era su actor fetiche, dijo acertadamente: “Podría seguir actuando con un huevo podrido en la cara y seguiría pareciendo tan fascinante como siempre”.
Doinel llegaba al límite mismo del mar y después se giraba para mirar a cámara en uno de los finales más hermosos e inmisericordes de la Historia. A partir de ahí, fue imposible olvidar que hay un Otro en la imagen. Fue imposible olvidar que su sufrimiento –un sufrimiento punzante que latía en cada uno de los fotogramas que componían el final de Los 400 golpes (Les quatre cents coups, François Truffaut, 1959) – era también el nuestro. No era política. No era ideología. Era un nivel de compasión y cercanía como el cine jamás se hubiera permitido antes. ¿Cómo pudo un director, Truffaut, amar tanto y sin concesión alguna? Amarlo todo, o mejor aún, amarlo todo en las mujeres y en el cine. Amar hasta la náusea y hasta la desesperación, sin ningún tipo de empacado ornamento. La gente que consume normalmente las películas románticas que emiten por televisión durante los sábados por la noche –ya sabes, esas protagonizadas por actrices con rictus de peluche tristón, tipo Anne Hathaway- no suele soportar la saga de Antoine Doinel. No la comprenden, piensan que el cinematógrafo se trastabilla y habla de otra cosa: del trabajo, de un tipo chiflado en mitad de París, de gente que discute. Pero el amor en Truffaut retorna siempre, se atora en el lenguaje, es el zombi más hermoso del mundo. Es la mujer muerta de La habitación verde(La chambre verte, 1978). El amor es impronunciable, inefable, está en fuga perpetua.
Ambos están convencidos de que los ha unido un sentimiento repentino. Es hermosa esa seguridad, pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían no había sucedido nada entre ellos. Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles si no recuerdan -quizá un encuentro frente a frente alguna vez en una puerta giratoria, o algún "lo siento" o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-, pero conozco su respuesta. No recuerdan.
Se sorprenderían de saber que ya hace mucho tiempo que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba, que se interponía en su camino y que conteniendo la risa se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales, pero qué hacer si no eran comprensibles. ¿No habrá revoloteado una hoja de un hombro a otro hace tres años o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado. Quién sabe si alguna pelota en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres en los que un tacto se sobrepuso a otro tacto. Maletas, una junto a otra, en una consigna. Quizá una cierta noche el mismo sueño desaparecido inmediatamente después de despertar. Todo principio no es más que una continuación, y el libro de los acontecimientos se encuentra siempre abierto a la mitad. "Amor a primera vista", Wislawa Szymborska
"El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas."
Marcel Duchamp
Durante el otoño de 1920, las actividades visuales de Duchamp apuntan más al bricolaje (el raspado de su Gran Vidrio) y a la ingeniería “barata” que al gran arte. La vida, más que el arte, se halla a partir de entonces en el centro de sus preocupaciones y de su pensamiento. De allí su idea de cambiar de identidad y de sexo: “Quise […] cambiar de identidad y la primera idea que se me ocurrió fue adoptar un apellido judío. ¡Yo era católico y el mero pasaje de una religión a otra ya resultaba un cambio! No encontré un apellido judío que me gustara o tentara y, de repente, tuve una idea: ¿por qué no cambiar de sexo? ¡Era mucho más simple! Entonces, apareció el nombre de Rrose Sélavy. Ahora tal vez suene bien, los nombres cambian con las épocas, pero Rose era un nombre tonto en 1920”. La elección de Marcel es menos “tonta” de lo que aparenta. El nuevo patronímico guarda, en efecto, la huella de su primera decisión (Rrose es un nombre femenino utilizado a menudo por los judíos, Sélavy resulta cercano, a nivel de las consonantes, de Lévy). Al condesar la mujer y el judío en una misma figura e identificarse con ella, Duchamp proporciona una forma de antídoto contra el antifeminismo y el antisemitismo reinantes (¿acaso Otto Weininger no había relacionado la figura de la mujer con la del judío, en Sexo y carácter (1920), para estigmatizarlas, prefigurando, así, la ideología racista y sexista que pronto se encarnaría en los totalitarismos europeos?).
Marcel Duchamp es uno de los principales valedores de la creación artística como resultado de un puro ejercicio de la voluntad, sin necesidad estricta de formación, preparación o talento.
"Rrose Sélavy nacida en 1920 en
N.Y. ¿apellido judío?, cambio de sexo. Rose era el nombre más
‘feo’ para mi gusto personal y Sélavy el juego de palabras
fácil. C’est la vie [Es la vida]", Marcel Duchamp.
Regreso a menudo a ella: a SHAME, como
también lo hago a lo que muchos tildarían de mis vergüenzas.
"No somos malas personas, solo
venimos de un mal lugar", pronuncia Sissy con un tono de
profunda tristeza.
Quién es nadie para juzgarnos, quién
es nadie para erigirse en juez y verdugo de nuestras acciones. De
nuestra forma de vida, de nuestros sentimientos, de nuestra sexualidad.
Ta vez sea el hecho de que en nosotros
ven el reflejo desnudo y descarnado de sus oscuras vergüenzas y deseos no confesados. Y
sienten el frío miedo recorriendo sus vértebras una a una,
instalándose bajo sus nucas. Su reacción no es sino señalarnos con
su dedo acusatorio, y estigmatizarnos cual apestados. Seres "no
normales", peligrosos para el resto de la sociedad.
Es nauseabundo, caníbal y
despreciable; como esta infame sociedad en la que vivimos. Mientras las cosas se caían a pedazos, nadie prestaba mucha atención. En la tragedia reside la catarsis.
Nadie puede redimirnos, sino nosotros mismos. Reconciliarse con el amor es un paso hacia la liberación, la nuestra.
SHAME, la película.
Llega y se queda.
Azul comienza, azul acero prosigue. Y
acero es el cable que se ancla en tu coxis y adquiere firmeza en la
base de tu nuca durante todo el metraje. Rigidez, seducción e
hipnosis, son los estadios que yo he transitado. Con los títulos de
crédito el cuerpo se relaja, y es entonces que reparas en el
reflejo de tu interior con el de Brandon. Vuestras vidas son
circulares, carentes de todo apego emocional, viviendo en la
realidad, mas sin integrarse en ella; esclavos y avergonzados de un
oscuro poder: el sexo carente de sentimientos. La bestia que ahuyenta
a la bella. Con un universo propio: perturbador, compulsivo y
doloroso. Lejano con tus semejantes, aun cuando tu presencia parezca
cercana. Y todo se desmorona y te encierra con una presencia, la que
te recuerda quién eres, de dónde vienes y que eres vulnerable.
Sissy es el resorte. Brandon es azul metálico, Sissy es dorado
cálido. El exterior y el interior. La suicida y el que adopta
comprotamientos suicidas. Cara y cruz de una misma
moneda. Una banda sonora llena de pulsiones y
compulsiones. Envolvente.
"No
intento recordar las cosas que ocurren en los libros, lo único que
le pido a un libro es que me inspire energía y valor, que me diga
que hay más vida de la que puedo abarcar, que me recuerde la
urgencia de actuar..."
"Porque
sueño no lo estoy. Porque sueño, sueño. Porque me abandono por las
noches a mis sueños antes de que me deje el día. Porque no amo.
Porque me asusta amar. Ya no sueño. Ya no sueño. A ti la dama, la
audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes
ofreciéndolas al tedio. Tú que atormentas mis noches cuando no sé
qué camino de mi vida tomar... te he pagado cien veces mi deuda. De
las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira,
que tú misma, me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no
era como el viejo interludio y sí, una morena de finos tobillos que
me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me
dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi
soledad".
“En todas mis películas me he esforzado por establecer lazos de unión que aúnen a las personas (dejando de lado los intereses meramente materiales). Lazos de unión que, por ejemplo, a mí mismo me unen a la humanidad y que a todos nosotros nos ligan con lo que nos rodea. Tengo que sentir imperiosamente mi continuidad espiritual y el hecho de que no me encuentro por azar en este mundo.” “Puedes considerar a Bach elitista o no, pero no conozco nada más supremo que su música. Ella envía un impulso directo hacia lo más profundo de tu alma y tú puedes sentirlo.” “Algunas veces la imagen sigue al sonido y representa un papel secundario y no viceversa. El sonido es algo más que una simple ilustración de lo que está sucediendo en la pantalla.” “Si un pozo es muy hondo, siempre se puede ver en él una estrella, incluso en el día más soleado.”
“Durante un instante fugaz siente el deseo de coger la cabeza del alumno por el cabello y arrojarla con fuerza en el interior del vientre del piano, hasta que las sangrientas entrañas repletas de cuerdas salpiquen con estruendo encima de la cubierta. El Bösendorfer no emitirá ni un solo sonido más. El deseo cruza velos por la cabeza de la profesora y desaparece sin causar daño”.
"Todo
en cuanto al amor es una cuestión de tiempo. No es bueno encontrarse
con la persona adecuada muy pronto o muy tarde."
"Si
encuentras a la persona indicada, ¿por qué perder el tiempo con
otras?"
"Todo
el que va a 2046 tiene la misma intención: quiere recapturar
recuerdos perdidos. Porque en 2046 nada cambia nunca. Pero, nadie
sabe si esto es verdad o no, porque nadie ha regresado jamás."
"¿Sabes
qué hacía la gente en tiempos pasados cuando tenían
secretos? Subían una montaña, encontraban un árbol,
escarbaban un hoyo y gritaban en él su secreto. Luego lo tapaban
con barro para que no llegara a oídos de nadie."