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miércoles, 23 de octubre de 2013

#sueños, reflejos y pensamientos · carl gustav jung

#ausencia
© Cártobas NicOh


"Si existiera algo que quisiéramos cambiar en los chicos
en primer lugar deberíamos examinarlo y observar
si no es algo que podría ser mejor cambiar en nosotros mismos."

"El pequeño mundo de la niñez con su entorno familiar es un modelo del mundo.
Cuanto más intensamente le forma el carácter la familia,
el niño se adaptará mejor al mundo." 

"Todas las obras del hombre tienen su origen en la fantasía creadora.
¿Qué derecho tenemos entonces a la amortización de la imaginación?"

C. G. Jung



martes, 22 de octubre de 2013

#el amor, bajo en calorías y en lonchas finas

#ternura
foto: © Cártobas NicOh


¿Dónde está mi mundo?
Me giro, miro en derredor, y me encuentro rodeada por una inmensa charcutería donde todo, prácticamente todo, se corta y se vende al peso. Todo medido, todo comedido. Se ama con moderación, lo justo, o se tiende a que así sea.
Se dosifica la información; se inyecta el dolor en ampollas; la educación es descafeinada y meliflua; la justicia se aplica con cuentagotas; imperan la indefinición y las medias tintas.

No sabemos si vamos o venimos. Somos una gota sin identidad que se diluye y pierde el color de su sonido en el océano monocromo de la muchedumbre.

Si somos racistas o clasistas, que en el fondo lo somos en mayor o menor medida aunque no guste admitirlo públicamente, que no se note, ni traspase, ni se mueva (protejámonos con el Tampax de la solidaridad y la tolerancia, de lo “políticamente correcto”). Da igual que en el back stage imperen los verdaderos sentimientos, de rechazo, desconfianza o temor.
Lavemos nuestras conciencias apadrinando niños por “taintantos” euros al mes; qué importa su identidad, su dolor es lejano y su desgracia más. Liberemos carga de culpa, sumemos bondad y restemos artificiosamente prejuicios que nunca nos abandonan; y así hasta al próximo examen de ¡conciencia?

Es curioso, sin embargo, comprobar como gente más cercana a nosotros en el tiempo y el espacio necesita ayuda, de la nuestra, sí, también; y que lejos de apresurarnos a brindársela volvemos asépticamente nuestra mirada hacia otro lado, porque claro, nuestra cuota de “cómoda generosidad” ya está cubierta con los “taitantos” euros. Ante la desgracia cercana nuestra solidaridad se vuelve ciega y sorda. Padecemos tortícolis social.
Todo se mide, todo se pesa, todo se reprime y todo se comprime. Se dosifica.

No es de extrañar que atravesemos una escandalosa sequía de creatividad.
Crear es como arrancar hijos al alma, engendrar ideas del sentimiento desatado y feroz, vomitar pasión para alimentar la propia existencia.
Todo aquel que crea no entiende de pesos ni de medidas. Se limita a buscar un medio de expresión que canalice toda esa energía que lo sacude, lo posee y lo demoniza.
El amor, la destrucción, el odio, la pasión son sentimientos inconmensurables. Quien ama de esa manera puede aborrecer con la misma intensidad, y su capacidad de destrucción es ilimitada, tanto como la de crear.
Quien ama sin condiciones ni límites confía en que el otro, los otros, hayan borrado la letra pequeña del contrato.

Los sentimientos en estado puro son como la naturaleza: crueles. Ni justos, ni injustos. No entienden de normas, límites o compasión alguna. Suceden y ya está. Arrasan todo a su paso, para su goce o su padecimiento.
Y si hoy, salvarse de la quema tiene como precio la renuncia a parte de lo que uno es, de lo que ha hecho y de su yo; entonces es preferible hundirse solo, sin tabla de salvación a la que poder agarrarse. Es más digna una muerte solitaria que una salvación cortada en lonchas, cual fiambre que se ofrece en charcutería, al peso y etiquetado.

La vida es como una noria, hay quien se sube a ella y gira, y gira, cambia de canasta y de compañía, con el riesgo que conlleva de caer el vacío, pero durante el viaje disfruta contemplando el amplio paisaje que ante sus ojos se dibuja, ora grato, ora ingrato; otros se limitan a presenciar el espectáculo desde abajo, su horizonte no va más allá del corto trayecto que les permite su limitada visión.

Cuántas veces no habremos lamentado no habernos enamorado de ésta o aquella persona, o desear con todas nuestras fuerzas poder hacerlo. Aquí no existe la libre elección, no hay libertad posible, ni juez al que poder acudir para reclamar equidad y justicia. La bondad se enamora de la maldad, la belleza de la fealdad, el egoísmo de la generosidad, la honradez de la delincuencia, la brillantez de la mediocridad y hasta la ternura de la tiranía. Es cruel, pero es así. Como una moneda, cada cara busca su cruz y viceversa. Ambos opuestos son una sola cosa, una misma intensidad que se manifiesta de formas diferentes.
Unos construyen, otros destruyen.
¿Qué es mejor?
¿Construir para encarcelar? o ¿destruir para liberar?

Todo es tan incierto, tan subjetivo, tan frágil y resbaloso que acaba mordiendo bajo nuestros pies cual diente de perro.
Tal vez hasta nosotros mismos seamos un Matrix de nuestra propia mente y vivamos en realidades ficticias, cortinas que se corren para ocultar una existencia gris, hueca y fría, sometida bajo unas, aparentemente razonables, normas que ocultan un miedo atroz a reconocer la existencia y cohabitación con los instintos más primarios y salvajes que son inherentes a nuestra naturaleza.
La envidia, la belicosidad, la ambición, el afán desmedido de poder y dominar, de liderazgo, y demás mal llamados pecados capitales son tan antiguos como el ser humano. Llegaron con él y con nosotros continúan. En tantos miles de años no hemos sido capaces de diluirlos. Ellos terminarán por exterminarnos, seguro.

Nos puede la soberbia, así hemos ido creando realidades impostadas e imponiendo nuevas normas e ideales de comportamiento humano, valores falsos que no conducen sino a una autodestrucción anunciada.

Creamos, mas nuestras creaciones nos superan, no estamos preparados para administrar el poder, tan acostumbrados a ser vasallos de los límites que nos imponemos. Calzamos pequeño y la vida nos viene grande.
Disfrazamos nuestro miedo escénico bajo una capa de necia autosuficiencia, desafiamos a la misma muerte, invencible y paciente dama, sabedora de su eterno poder. Reina a la que nadie quiere rendir pleitesía ni ser súbdito de su reinado.

La vida nos da, y, un buen día, nos lo arrebata. Así es, ni más ni menos. Y sobrevive, con nosotros, a pesar de nosotros y gracias a ella misma.
Mientras la tengamos, disfrutemos; cuando nos la quieran arrebatar, luchemos por sobrevivir.


Cártobas NicOh