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viernes, 25 de octubre de 2013

#amadeus

#el perro del castañero
foto: © Cártobas NicOh


Regreso a casa con la compra del súper. Frente al edificio donde vivo hay un quiosco. Al pasar por allí me topo de frente con un bellísimo Golden Retriever. Le miro, me mira; nos hablamos en silencio y se acerca a olerme. Me da un besito, le gusto. Nos gustamos. La dueña se gira y le recrimina con dulzura:

- ¡Amadeus! ¡¿ya estás ligando?!

Sonrío.

- ¿Amadeus Mozart? -pregunto a la par que le acaricio. Me conquista con su mirada.

- Sí, así es. Y es que le encanta la música clásica: los conciertos para piano de Mozart y las arias de la Callas son de sus preferidos.

Echamos a andar los tres. Amadeus y yo seguimos mirándonos.

- Oye, Amadeus, una de mis favoritas de Mozart es el "Lacrimosa", ¿también la tuya?; y de la Callas: "Oh, mio babbino caro".

Amadeus sigue a mi lado, se deja acariciar. Me agacho, y le doy un besito en tan hermosa cabeza.

- A él también le encantan -responde sonriente la señora, a la par que sorprendida.

Entonces le hablo de Tasio, mi amado Tasio, y del viejuco Silvio. Me pregunta el por qué de esos nombres, le respondo y sonríe. Le gusta mi historia, dice. Y durante esos minutos soy feliz. Aunque ellos ya no están aquí, siguen estando conmigo.
Charlamos animadamente durante un rato sobre música clásica y algo de literatura; me cuenta que Amadeus nació en Nueva York, y que no hace mucho se han instalado ambos aquí, en Madrid. Me despido de ella y de Amadeus, nuestros caminos siguen su rumbo.
Tan interesante la dueña como el perro.
Encuentros breves y maravillosos que me suceden de vez en cuando y de cuando en vez. La vida misma.



Cártobas NicOh




jueves, 24 de octubre de 2013

#palabras en la palma de la mano



Y él, antes de despedirse, le entregó un pequeño papel doblado; cabía perfectamente en la palma de su mano. 

No lo abras ahora. Hazlo cuando yo no esté, fue lo último que dijo antes de dar media vuelta e irse.


Le vio alejarse, dirigió la vista hacia su mano que se había cerrado formando un puño. Miedo, ansia, sorpresa, curiosidad, deseo... se colaban sin permiso a través de su piel. Con inusitada fuerza apretó, exprimió, casi esperando que las palabras se desprendieran cual zumo entre sus dedos. 


"En la sencillez residen los verdaderos sentimientos. Sencillamente para ti."


Y el amor asomó bajo aquellas palabras que cabían en la palma de su mano.

Cártobas NicOh




# la rabia



Las sesiones con el psiquiatra no estaban siendo de gran ayuda, lejos de experimentar alguna mejoría, su indignación aumentaba cada vez que acudía a su cita semanal.
¡No, no y no!, por más que aquel hombre intentaba abrir en su vida nuevas ventanas a las que asomarse para contemplar nuevos paisajes a explorar, conocer y disfrutar, se resistía a dar un paso: estaba furiosa y no deseaba dejar de estarlo, aún no. 
Si lo sucedido tenía lectura positiva, como pretendía convencerla el médico, no quería conocer sus bondades.

Dicen que el tiempo atempera el dolor, seguro que sí, pero… ¿cuánto se necesita?; en su caso seguro que no había transcurrido el suficiente pues no se cumplía el dicho.
Lo sucedido en los últimos meses, como buen protagonista, seguía ocupando el escenario de sus días. No permitía que ni un detalle se alejase de la escena, los llamaba a diario, una y otra vez, y desde la privilegiada butaca de la rabia pataleaba y lloraba hasta que caía el telón.

Quiso el azar que aquella mañana fuese el principio del fin. Era viernes, la jornada se presentaba relajada y la mañana incitaba a pasear. Sí, decidido, dejaría el coche en el garaje e iría caminando hasta la oficina. A mitad del trayecto se encontró con que la calle estaba cortada por obras, así que hubo de retroceder y dar un rodeo. Giró a la derecha y enfiló una estrecha callejuela. Caminaba distraída, con la mirada fija en las fachadas de los edificios, algunas eran realmente hermosas. Esquivó un bache en la acera y su mirada reparó en la figura de un hombre que acaba de salir del portal de uno de aquellos inmuebles. Se parecía mucho, desde luego, pero no podía ser, no, claro que no... Y, de ser él, ¿qué hacía en ese lugar? y a esa hora… negó con la cabeza y apuró un poco el paso para acortar distancias, quería cerciorarse. No pudo ser. Acertó en su percepción, era él, su marido.

Ahora que ya había despejado una duda, quedaba por averiguar cuál era el motivo de su presencia allí. Esa mañana había salido de casa antes de lo habitual con la excusa de preparar una importante reunión para el siguiente lunes. Algo comenzaba a chirriar, y no era precisamente agradable. Si aquella situación no era algo puntual, se volvería a repetir. Esperó paciente la llegada del siguiente viernes.

Para evitar ser vista se ocultó tras el portal del edificio que estaba enfrente y esperó. Casi había transcurrido una hora, en ese tiempo había salido y entrado gente de lo más dispar. Él seguía dentro, pero desconocía en qué piso. Una vez más se abrió el portal, un hombre y una mujer de mediana edad, seguidos de un atractivo joven de unos “veintipocos años” fueron los últimos personajes que vomitaron las entrañas de aquel agujero. Si continuaba allí por más tiempo se arriesgaba a que algún desconfiado vecino le hiciera preguntas incómodas, y no quería que eso sucediese.
Decepcionada abandonó el lugar. Ahora sí estaba convencida de que nada bueno para ella se cocía tras aquellas paredes. Intuía que su marido le estaba siendo infiel, mas era cuestión de tiempo y paciencia confirmarlo. Y ella poseía un buen patrimonio de ambas cosas.

Esta vez la excusa fue una cena de trabajo, y en viernes ¡cómo no! Se adelantó y, una vez más, oculta tras los cristales esperó pacientemente. La noche, cómplice de amores y desamores, le favorecía, pues el trasiego de gente, a esas horas, era menor que durante el día. Apenas habían transcurrido veinte minutos cuando vio que se acercaba un joven, era el mismo que días antes había visto salir tras aquella pareja de mediana edad.
Abrió el portal, entró, y acto seguido una luz se encendió. Dejó de vigilar sus movimientos, justo en ese momento identificó a su marido que estaba a punto de entrar. Apenas se detuvo, llevaba unas llaves en la mano y entró con rapidez.

Expectante y nerviosa entornó los ojos, fijó la mirada en aquella figura. La distancia entre ambos edificios no era muy grande, así que pudo observar con todo lujo de detalles lo que a continuación sucedió.
Ambos hombres, su marido y el muchacho, se fundieron en un abrazo, y no era precisamente amistoso. Todo lo contrario, aquel abrazo era sexual, carnal, morboso… de todo menos aséptico; y el beso que unió sus bocas un bofetón que la empujó hacia atrás sobre sí misma.

¿Estaba sucediendo de verdad? ¿era real lo que estaba presenciado?, no había espacio para malas interpretaciones, ni cabida para el dobladillo de la equivocación, lo que estaba viendo era lo que era, sin más. Su marido tenía una aventura con ¡otro hombre!
Entonces, ¿dónde quedaba ella? ¿qué hacer con seis años de vida en común? Seis años viviendo una puta farsa, una asquerosa mentira.
No sabía muy bien si la rabia que sentía era contra sí misma por no haberlo descubierto antes y pecar de ingenua, o por el hecho de que su contrincante era un hombre y no una mujer, y lo que le dolía era el orgullo.

El aguijón se había clavado hondo, sin compasión, y ella respondía atacando furibunda como un jabalí herido.



Cártobas NicOh




martes, 22 de octubre de 2013

#amaría a maría

#ausencia
foto: © Cártobas NicOh

Caído del cielo, nunca mejor dicho, porque desde Madrid a Galicia viajaste en avión con tan solo tres meses de vida. La espera fue larga y ansiosa en aquella lúgubre terminal de carga del aeropuerto. Apareciste, y nuestras miradas se cruzaron a través de aquellas pequeñas rejas de la puerta de tu transportín. Verte y enamorarme, fue todo uno. Eras diminuto, timorato y llorón, los primeros días que compartimos nuestras vidas. Creciste, y nos regalaste momentos maravillosos, dibujaste siempre sonrisas en nuestros rostros. Fuiste mágico y curativo, creo que nunca fuimos tan familia como contigo. Mi viejo te adoraba, te regalaba los mimos y cariños que nosotros nunca disfrutamos, extrajiste el amor que dentro de su ser se ocultaba. Sedujiste a mi hermana, ella que le tenía pavor a los seres como tú. Fuiste un hijo más para mi madre. Y a mí, me enseñaste a ser mejor persona. Tres años y medio, tan solo, estuviste entre nosotros. Han transcurrido ya catorce desde tu muerte, y sigues ahí, vivo en nuestro recuerdo. Tu cabeza estaba empapada en color mimbre, y un hermoso plata azulado reflejaba el pelo de tu cuerpo. Un ser extraordinario que cambió nuestras vidas, sin pretenderlo, y nos unió en los peores momentos: su triste y dolorosa muerte. Fuiste efímero, empero sempiterno en la memoria.

A Lucky, mi pequeño yorkshire. Los afortunados fuimos nosotros, inundaste de amor y felicidad nuestras vidas. 

Cártobas NicOh




lunes, 21 de octubre de 2013

#desde mi ventana



Una ventana, estrecha y muy alta, de suelo a techo, tengo en el salón de mi casa; y a través de ella un único atisbo de vida: un árbol, "platanus hispanica" vulgo plátano de sombra. De esos mismos que inundan nuestros parques, calles y avenidas; hoja caduca y de los que aguantan un bombardeo. Sus troncos desnudos muestran las amputaciones a las que muchos son sometidos. Ramas que sobran, crecimientos que estorban o se deben corregir; me recuerdan a esos humanos que no "progresan adecuadamente"... molestos, que destacan, y asoman la nariz y las meninges por encima del monocromático paisaje de cabezas grises.

No cierro las contraventanas de mi salón, es como darle un ventanazo en sus ramas. Cada vez que me tumbo en mi sofá predilecto nuestras miradas se encuentran. Me gusta ver cómo cambia de aspecto con cada estación; en breve vestirá sus brazos con un regimiento de verdes hojas. Ahora mismo, sus ramas desnudas me recuerdan el tronco cerebral y sus ramificaciones nerviosas, esa desconocida maraña de conexiones y transmisiones interneuronales. Es alto y joven, el grosor de su tronco así lo indica. Fuerte, vigoroso y sano. Él ha echado raíces para sobrevivir, yo no deseo imitarle, tal vez porque sé lo que es sobrevivir y, hasta, malvivir. Y deseo vivir.

Cada mañana, cuando salgo de casa, nos saludamos. Sin vernos, nos intuimos. A ver qué haces hoy, que tienes mirada ausente... parece advertirme. ¡Cuántas confidencias y visiones de mi vida albergará dentro! Estando en el exterior, siempre sabe cómo asomar a mi interior. He pensado ponerle nombre, me gusta nombrar o renombrar a quienes acepto que entren a formar parte de mi vida. Es mi personal manera de dar la bienvenida y decir: "me gustas".

Aunque, ahora que lo pienso, desde que comenzó nuestra relación, hace ya dos años, no he sentido la necesidad de adjudicarle nombre alguno. Tal vez sea porque presiento temporalidad en este espacio y en este lugar. O, tal vez, porque ninguno de los dos necesitamos saber nuestros nombres para comunicarnos.

Creo que le gustan Bach, Mozart y Mendelssohn, su música inunda mi espacio desde hoy por la mañana y le siento alegre. Miro a través de mi ventana, y creo advertir un leve movimiento de compás musical en sus finas ramas. Disfrutamos juntos. Yo escucho, escribo estas letras y él me acompaña. Miro hacia afuera, le pregunto si le gusta lo que escucha y lee, y asiente. Nos hacemos compañía. Amanezco sobre mi cama y me da los buenos días, me quedo dormida y vela mis sueños. Te extrañaré cuando me vaya, Bárbol. Y así, sin darnos cuenta, ya tienes nombre: BÁRBOL.

Cártobas NicOh





martes, 2 de julio de 2013

"malpaso"


Nombre bien poco idóneo para un zapatero. El menos indicado, sin duda; y tal vez el más efectivo. En el pueblo bien pocos conocen su verdadero nombre, y al resto no le interesa. Cuando alguien habla de Malpaso nadie se extraña, nadie frunce el ceño, nadie formula preguntas. Malpaso es el zapatero del pueblo y Benito su inseparable gato (un majestuosérrimo gato negro, sempiternamente ocupando espacio sobre su hombro izquierdo, cual vigía). Sin levantar la vista de su trabajo siempre sabe quién entra en el local, con el tiempo ha logrado interpretar los mensajes de Benito a través de la presión que con sus uñas ejerce sobre su hombro, amén de que algún que otro sensual maulllido se le escapa cuando entra alguna fémina de muy buen ver. Para que nos entendamos, Benito es un gato con dotes humanas de seductor. Y no anda nada descaminado de su convicción.

Pero cuando entra Pelélico es otra historia, Benito se emociona, abre sus hermosérrimos ojos colo mostaza cual ojos de buey, eriza su media cola (algún hijo de puta le ha seccionado la otra mitad) y sonríe, sí, sonríe. Pelélico es el Peter Pan del pueblo. Mayor para ser joven y demasiado puro para ser mayor. Benito lo sabe, y es la visita que más celebra cuando entra a pedir su cigarro diario. MalPaso echa mano a su bolsillo, saca el paquete de Celas Cortos, extrae uno, lo enciende y se lo da.

_Bos días, Pelélico. ¿Todo ben?

Agarra el cigarro, lo mira, le da una calada, se encoge de hombros y responde sin dejar de sonreír. Antes, mira de reojo a Benito como pidiendo su aprobación, se miran, no dicen nada y se lo dicen todo.

_ Sí, sí....

Da media vuelta, levanta un brazo a modo de despedida y sale del local. Hombros encogidos, mirada lejana, caminar lento y sonrisa desdentada. Feliz. Un simple cigarro dibuja una insultante sonrisa. Y esa sonrisa es el universo en sí. Niño-hombre que es el reflejo de miserias humanas y vidas hipotecadas a lo que debe ser.
MalPaso no puede evitar mirar cómo se aleja calle abajo, camino de la lonja. Se acerca la hora de la subasta del pescado. Vuelve a sus tareas, queda mucho por hacer, centra su mirada en los maltrechos tacones de los zapatos de "domingo" de Luisa, la mujer del alcalde. Mucho desgaste en penas nada de tiempo para lo poco que alardea salir esta mujer, piensa. ¡Mujeres!, pronuncia con cierto tinte de desprecio MalPaso. Aun así, anota la fecha de entrada de dicho par de zapatos. Tiene por costumbre llevar un inmaculado control de cada uno de sus clientes: fecha de entrada, fecha de salida, y modelo de calzado. Si alguien conoce todas las intimidades de cada habitante ese es MalPaso. Y eso lo saben en el pueblo: todos. Y a él acuden en busca de consejo e información. Más que una zapatería se diría que aquel lugar es un confesionario.



Cártobas NicOh



lunes, 1 de julio de 2013

"impromptus"


Tu piano, tu música y tus sempiternos cigarros. Ese eres tú. Para traer una imagen nítida de ti a mi mente tengo que apartar espesas columnas de humo: las del pasado, y las de humo del tabaco bajo las que te ocultabas como un ser anónimo entre la niebla. Allí te encontraba cuando te perdías, cuando nos perdíamos: entre una espesa mezcla de acordes, notas, partituras y obras inconclusas como nuestras vidas. Volvías la mirada hacia mí, descendías de tu púlpito y durante unas horas te convertías en un ser humano. Te sentía de carne y sudor, y me bañaba en tus lágrimas de niño-hombre mientras confundías mi cuerpo con la música. Supiste afinarme como nadie, y obtuviste de mí las mejores y más hermosas notas. Y de aquellas noches y de aquellos días comenzó a nacer la que sería la mejor obra de tu vida.

Cuando se convirtió en el por y el para de tu existencia, yo desaparecí de ella. Me apartaste, pero nunca me fui del todo. Cuando el agotamiento ganaba la batalla y caías rendido sobre tu piano, era yo quien te arropaba. A través de tu fiel sirviente cuidé de ti sin tú saberlo. Él era mis ojos y mis manos cuando estabas despierto y mi bastón cuando perdías la consciencia.


Y así transcurrieron los años: tú, el piano, la música y los cigarros. Yo entre bambalinas. Hubo momentos, cuando recordabas que existía otro mundo que no era el tuyo, que preguntabas por mí. Olvidabas tu piano, tu música y tus cigarros. Te echabas a la calle y vagabas sin rumbo fijo durante días, preguntando a los amigos, conocidos y hasta desconocidos, imbuido de un frenesí y terror desoladores. Vulnerable y expuesto a ese mundo que te era ajeno y del cual yo siempre te había protegido pronunciabas mi nombre sin cesar, como una plegaria. Tu sufrimiento era el mío. Aún más si cabe, porque yo era bien consciente de tu indefensión y mi silencio. Pero no podía ser de otra forma. Asomar el rostro para protegerte una vez más habría sido mi muerte, la tuya, la de ambos.


Entonces sucedió "aquello".
Caíste enfermo. El humo que tanto amabas se convirtió en tu enemigo, atacó con fiereza tu respiración, quería robártela para hacerla suya, alimentarse y crecer sobre ella. Tu piano y tu música enmudecieron. Miraste inquieto y tenso en derredor tuyo: buscando, escudriñando, nadie sabía qué ni a quién. Parecías un niño, desamparado y aterrado buscando una mirada conocida y amable entre la multitud.
De repente, tus ojos se detuvieron en un punto fijo y tus músculos se relajaron. Me buscabas, y me encontraste. Nos volvimos a encontrar, y no entre la espesa niebla del humo de tus cigarros, tu piano y tu música. Fue un instante sin pasado, sin presente y sin futuro; segundos para reconocerse y encontrarse en el otro. Aprendiste a componer sin asolar, a crear sin derruir, a amar sin derrocar. Y a vivir sin miedo, sin miedos.
Y el humo te concedió una tregua, y tú la aceptaste. Abandonó el protagonismo que le habías concedido y se replegó despechado, empero dócil a los cantos de sirena médicos.
Improvisando, día a día, hemos compuesto a cuatro manos una existencia y una obra únicas: nuestras vidas.


Cártobas NicOh



domingo, 17 de febrero de 2013

"maio"


Anoche, mi último pensamiento consciente fue para Maio. Hoy tenía una cita, una cita a ciegas con él. Estaba algo inquieta. No sabía si le agradaría. Me desperté temprano, más que de costumbre en fin de semana. Y con el pulso algo acelerado, hacia el lugar acordado encaminé mis pasos. No tardé mucho. La ilusión hace milagros. Allí estaba: silencioso y discreto. Ni le vi cuando entré. Me giré hacia una esquina, pronuncié su nombre, nuestras miradas se encontraron y en sus ojos vislumbré un pedazo de universo. Me saludó con una elegancia que reconocí, pero ya no recordaba. Después de un breve paseo ante el edificio de CaixaForum nos dirigimos hacia el parque de El Retiro. Tres maravillosas horas de conversación silenciosa, en las que hablé yo más que él.

En un momento en que el sol decidió asomar entre las nubes, nos sentamos sobre un solitario banco de madera (cerca de El Palacio de Cristal). Allí le hablé de la magia de Lucky, de la locura maravillosa de Tasio y del viejuco Silvio. Uno a uno fueron apareciendo, y en su mirada sus ausencias tomaron forma durante unos segundos. Sonreí, me sonrió, y unas cálidas lágrimas de nostalgia asomaron a mis ojos. Nos levantamos y proseguimos nuestra caminata. ¡Qué extrañas formas tiene la vida de conceder nuestros deseos! Todo llega, todo es cíclico y se repite. Pero siempre lo hace de la forma más insospechada.

Maio ha sido un regalo de la vida. Un regalo que es un caramelo de toffee y leche. Porque así es el color de su pelo.

Ah, olvidé deciros que Maio es un perro, un precioso jack russell. Maio, en español, es Mayo, como el mes. El mismo que el de las flores.

Gracias, Maio, por esta inolvidable mañana de sábado. En vosotros, los perros, siempre me reconozco y me encuentro. Por momentos como el de hoy merece la pena seguir viviendo, sin duda.

Cártobas NicOh