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martes, 2 de julio de 2013

"malpaso"


Nombre bien poco idóneo para un zapatero. El menos indicado, sin duda; y tal vez el más efectivo. En el pueblo bien pocos conocen su verdadero nombre, y al resto no le interesa. Cuando alguien habla de Malpaso nadie se extraña, nadie frunce el ceño, nadie formula preguntas. Malpaso es el zapatero del pueblo y Benito su inseparable gato (un majestuosérrimo gato negro, sempiternamente ocupando espacio sobre su hombro izquierdo, cual vigía). Sin levantar la vista de su trabajo siempre sabe quién entra en el local, con el tiempo ha logrado interpretar los mensajes de Benito a través de la presión que con sus uñas ejerce sobre su hombro, amén de que algún que otro sensual maulllido se le escapa cuando entra alguna fémina de muy buen ver. Para que nos entendamos, Benito es un gato con dotes humanas de seductor. Y no anda nada descaminado de su convicción.

Pero cuando entra Pelélico es otra historia, Benito se emociona, abre sus hermosérrimos ojos colo mostaza cual ojos de buey, eriza su media cola (algún hijo de puta le ha seccionado la otra mitad) y sonríe, sí, sonríe. Pelélico es el Peter Pan del pueblo. Mayor para ser joven y demasiado puro para ser mayor. Benito lo sabe, y es la visita que más celebra cuando entra a pedir su cigarro diario. MalPaso echa mano a su bolsillo, saca el paquete de Celas Cortos, extrae uno, lo enciende y se lo da.

_Bos días, Pelélico. ¿Todo ben?

Agarra el cigarro, lo mira, le da una calada, se encoge de hombros y responde sin dejar de sonreír. Antes, mira de reojo a Benito como pidiendo su aprobación, se miran, no dicen nada y se lo dicen todo.

_ Sí, sí....

Da media vuelta, levanta un brazo a modo de despedida y sale del local. Hombros encogidos, mirada lejana, caminar lento y sonrisa desdentada. Feliz. Un simple cigarro dibuja una insultante sonrisa. Y esa sonrisa es el universo en sí. Niño-hombre que es el reflejo de miserias humanas y vidas hipotecadas a lo que debe ser.
MalPaso no puede evitar mirar cómo se aleja calle abajo, camino de la lonja. Se acerca la hora de la subasta del pescado. Vuelve a sus tareas, queda mucho por hacer, centra su mirada en los maltrechos tacones de los zapatos de "domingo" de Luisa, la mujer del alcalde. Mucho desgaste en penas nada de tiempo para lo poco que alardea salir esta mujer, piensa. ¡Mujeres!, pronuncia con cierto tinte de desprecio MalPaso. Aun así, anota la fecha de entrada de dicho par de zapatos. Tiene por costumbre llevar un inmaculado control de cada uno de sus clientes: fecha de entrada, fecha de salida, y modelo de calzado. Si alguien conoce todas las intimidades de cada habitante ese es MalPaso. Y eso lo saben en el pueblo: todos. Y a él acuden en busca de consejo e información. Más que una zapatería se diría que aquel lugar es un confesionario.



Cártobas NicOh



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