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viernes, 21 de diciembre de 2012

"el portón"

"el pasillo", barrio gótico, barcelona, marzo 2007.

Caminaba entre callejuelas sudorosas y paredes exánimes, sus pasos sonaban huecos, vacíos. De vez en cuando se detenía y miraba en derredor suyo, escudriñando cada rincón, como si temiese encontrarse con algo o alguien; cerró los ojos y apretó fuertemente las mandíbulas.

"¡No, no, no, esta vez lo conseguiré, lo haré!", pensó para sí por enésima vez cuando se detuvo ante un viejo portón de madera.

Y, por enésima vez, no tuvo fuerzas ni valor suficiente para evitar traspasar el tentador, cálido y húmedo umbral que le ofrecía tan generosamente y a diario la mejor amiga de su madre.




"el mar"

"el mar", portomaior, bueu, galicia, septiembre 2007.

Me llama. Sus olas son voluptuosos abrazos que envuelven mi cuerpo, la sal de sus entrañas almohada que protege mis sueños.
Es momento de regresar a él, cual amada a la hacienda de su señor.
La noche: secreta, aterciopelada y cálida es cómplice de nuestro encuentro. Él me espera, lo sé. Siento cómo se agita furioso dentro de mí. Voy a su encuentro.

Lame la arena, y mecido sobre el silencio, susurra mi nombre. Refulge su blanca crin, soberbio corcel de etérea espuma. Se encabrita ante mi presencia exhibiendo su poder con insultante orgullo. Cabalga indómito sobre las rocas, cocea el aire con su fragancia salobre, y enamora a la luna con su canto de sirena. Ella, coqueta, se deja conquistar, se descuelga sobre el espejo de su lomo y se convierte en grácil amazona.

Camino sobre dos pies descalzos y transparentes, inquietos y pudorosos.
Entro en su reinado, rodea mis piernas con húmeda lengua y acaricia mis tobillos con provocativa sensualidad. Se recoge para regresar, una y otra vez, al ritmo de una música que se esculpe bajo su vientre: poblado de vidas, poblado de almas.
Me inunda con su esencia, me habla con palabras que se dibujan sobre las estrellas. Ttraza, sin vacilar, mi perfil sobre el lienzo mudo y dócil de la arena, su eterna amante y amada.

No tiene contrincante; nadie como él para amar, nadie como él para matar. Él es la vida y la muerte. Lo da todo, lo quita todo.
Me encuentro con él, me encuentro conmigo. Soy, somos. 
El mar, mi mar. 




"insignificancia y esclavitud"

"hombre enmarcado", barcelona, agosto 2007.

Ciertamente el ser humano es insignificante y esclavo, lo es. Nuestra minúscula presencia, en un no menos minúsculo planeta, es ridícula comparada con todo lo inconmensurable que hay más allá de nuestras fronteras terrenales.
Aun así vamos de “sobrados” por la vida, ¡ja!

Hasta que un buen día nos topamos frente a frente con nuestra vulnerabilidad y nos damos de bruces contra ella, oímos cómo se resquebraja y hasta cómo se hace añicos. Es entonces que nos bañamos en el lago de la humildad y el mar del arrepentimiento. Ungimos el cuerpo con promesas y buenos propósitos, purificamos el alma con la sal de nuestras lágrimas, y secamos el pozo de nuestros pecados con lamentos. Bebe el miedo de tan sabroso caldo, crece y se hace fuerte, arrogante asoma dispuesto a someter nuestra voluntad arropado por sus acólitos: los fantasmas. De ahí a la esclavitud, un paso.

Nacemos puros y morimos habiendo sido esclavos de los más tiranos amos y señores: del tiempo, de las normas, de los prejuicios, de la ambición, de la moral, de la religión, del miedo, de la cobardía, del poder, de la imagen, de la comodidad, del bienestar: del dinero, de su ausencia, de su abundancia, y es que… son tantas las argollas que nos atenazan, que ya son legión.
Y todas son autoría nuestra, ahí es nada.
"El sueño de la razón engendra monstruos", pronunció acertadamente Goya.
Volvamos pues, de vez en cuando, la mirada hacia el mundo animal; tal vez no razonen ni sueñen, pero sabios lo son un rato.  



lunes, 10 de diciembre de 2012

"bel ami" ~ guy de maupassant ~


París estaba desierto aquella noche, una noche fría, una de esas noches que se 
dirían más vastas que las demás y en que las estrellas están más altas y el aire parece 
llevar en su helado aliento algo que viene de más lejos que los mismos astros. 
En los primeros momentos ninguno de los dos hombres habló palabra. Al fin, 
Duroy, por decir algo, observó:  
–Ese Laroche-Mathieu parece muy inteligente y muy culto. 
El viejo poeta repuso: 
–¿Usted cree? 
El joven, desconcertado, vacilaba: 
–Sí. Desde luego, pasa por ser uno de los hombres más capacitados de la Cámara. 
–Es posible. En tierra de ciegos, el tuerto es rey. Toda esa gente, ¿sabe usted? es 
de una mediocridad que asusta, porque tiene el espíritu emparedado entre el dinero y la 
política. Son ignorantes con los que no se puede hablar de nada, de nada de lo que 
nosotros amamos. Su inteligencia está en el fondo de la ciénaga o, más bien, del albañal, 
como el Sena en Asnières. ¡Ay! ¡Es tan difícil hallar un hombre que encierre el espacio 
en su pensamiento, que nos dé la sensación de ese ancho aliento con que se respira a 
orillas del mar! Yo he conocido a algunos, pero todos han muerto. 
Norbert de Varenne hablaba con voz clara, pero contenida, que hubiera resonado 
en el silencio de la noche si la hubiese dado suelta. Parecía sobreexcitado y triste, con 
esa tristeza que cae a veces sobre las almas y las  hace vibrar, como la tierra bajo la 
helada.
–¡Qué importa, después de todo– continuó–, un poco más o un poco menos de 
genio, puesto que todo ha de concluir! 
Dicho esto, calló. Duroy, que aquella noche se sentía alegre, dijo, sonriendo: 
–Hoy todo lo ve usted negro, querido maestro. 
El poeta respondió: 
–Lo veo siempre, hijo mío, y usted lo verá como yo dentro de algunos años. La 
vida es una pendiente: mientras se sube, mirando a la cima, se siente uno feliz. Pero 
cuando se llega a lo alto, se ven de una ojeada el descenso y el fin, que es la muerte. Se 
va despacio cuando se asciende, pero muy de prisa cuando se baja. A la edad de usted se 
está siempre contento. ¡Espera uno tantas cosas que, desde luego, nunca llegan! A la 
mía no se espera ya nada..., más que la muerte.



domingo, 9 de diciembre de 2012

"vete"


Vete; el infierno es mío, la decisión tuya.
Vete; dejas ausencia, la llenaré con tu marcha.
Vete; prefiero llorarte, aborrecerte sería morir, otra vez…
Vete; seguiré caminando desnuda, pero con la lucidez de un enjambre.
Vete; abonaré la tierra de mis noches con el sonido de mi sexo y el fluido que no me robaste.
Vete; el dolor de no estar contigo ahora es muralla, mañana fortaleza.
Vete; lameré mis heridas con la miel de mi sudor.
Vete; regaré mis pechos con la saliva de mis palabras.
Vete; beberé la tierra, comeré el agua y soñaré con serpientes enroscadas bajo mis sábanas.
Vete; pero no arranques los racimos de mis recuerdos.
Vete; y no vuelvas tu rostro hacia mí, no me arrebates la rabia y la vergüenza.
Vete; mastica tu crueldad con palabras no pronunciadas que pudrirán tu alma.
Vete; lo que no eres, hoy ya lo sé; al fin.