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miércoles, 12 de diciembre de 2012

"la carne es fuerte"


Sí, lo es. A pesar de que la religión lleva siglos intentando convencernos de lo contrario: de que es débil. La carne tira, empuja y desafía, casi siempre con éxito, a nuestra razón y a nuestros prejuicios. Es fuerte.

Su victoria nos deleita con momentos de placer y de éxtasis: rehuidos, temidos y anhelados, a la vez. Placeres condenados, condenables; dulces y amargos, añorados por su intensidad, odiados por su temible poder de dominación. Feroz batalla la que se libra contra uno mismo, no existe peor enemigo ni contrincante más temido.

Después de su momento de gloria aparece la niebla de la culpa y nos envuelve en un húmedo abrazo. Es la eterna lucha del “yo” verdadero contra el “yo” que debemos ser y que nos imponemos. Ese otro que evitamos mirar cara a cara lo encerramos entre rejas tan pronto somos conscientes de su poder. El miedo es su carcelero, la vergüenza llave maestra del candado que atraviesa su puerta.

Sí, nos avergonzamos de lo que muchas veces sentimos, de lo que nos produce placer, y que sabemos es reprobable ante la inquisidora mirada del vecindario del mundo, de la sociedad. Y como si de hijos deformes se tratase, ocultamos nuestros sentimientos en lo más profundo de nuestro ser. Calabozos del alma. Ergástulas de confesiones no pronunciadas, de sueños pecaminosos y amores ilícitos que se pudren bajo nuestra carne como abortos.

Nos convertimos en burdas imitaciones de nosotros mismos, bisutería y oropel de materiales nobles que no sabemos lucir. Perchas de la cobardía, escaparates que siempre muestran su mercancía en rebajas.

Ante esta dictadura impuesta al placer, me arqueo y me tenso sobre la flecha de la lucidez perdida para que se clave en la médula y, allí, abra un surco del que mane música, agua y color, paleta sobre la que se columpiarán nuestros instintos para acariciar los sentidos.



jueves, 6 de diciembre de 2012

"sueño de invierno" ~ arthur rimbaud ~



En el invierno viajaremos en un vagón de tren
con asientos azules.
Seremos felices. Habrá un nido de besos
oculto en los rincones.
Cerrarán sus ojos para no ver los gestos
en las últimas sombras,
esos monstruos huidizos, multitudes oscuras
de demonios y lobos.
Y luego en tu mejilla sentirás un rasguño...
un beso muy pequeño como una araña suave
correrá por tu cuello...
Y me dirás: «¡búscala!», reclinando tu cara
-y tardaremos mucho en hallar esa araña,
por demás indiscreta.


Arthur Rimbaud