Entradas populares

lunes, 1 de julio de 2013

"impromptus"


Tu piano, tu música y tus sempiternos cigarros. Ese eres tú. Para traer una imagen nítida de ti a mi mente tengo que apartar espesas columnas de humo: las del pasado, y las de humo del tabaco bajo las que te ocultabas como un ser anónimo entre la niebla. Allí te encontraba cuando te perdías, cuando nos perdíamos: entre una espesa mezcla de acordes, notas, partituras y obras inconclusas como nuestras vidas. Volvías la mirada hacia mí, descendías de tu púlpito y durante unas horas te convertías en un ser humano. Te sentía de carne y sudor, y me bañaba en tus lágrimas de niño-hombre mientras confundías mi cuerpo con la música. Supiste afinarme como nadie, y obtuviste de mí las mejores y más hermosas notas. Y de aquellas noches y de aquellos días comenzó a nacer la que sería la mejor obra de tu vida.

Cuando se convirtió en el por y el para de tu existencia, yo desaparecí de ella. Me apartaste, pero nunca me fui del todo. Cuando el agotamiento ganaba la batalla y caías rendido sobre tu piano, era yo quien te arropaba. A través de tu fiel sirviente cuidé de ti sin tú saberlo. Él era mis ojos y mis manos cuando estabas despierto y mi bastón cuando perdías la consciencia.


Y así transcurrieron los años: tú, el piano, la música y los cigarros. Yo entre bambalinas. Hubo momentos, cuando recordabas que existía otro mundo que no era el tuyo, que preguntabas por mí. Olvidabas tu piano, tu música y tus cigarros. Te echabas a la calle y vagabas sin rumbo fijo durante días, preguntando a los amigos, conocidos y hasta desconocidos, imbuido de un frenesí y terror desoladores. Vulnerable y expuesto a ese mundo que te era ajeno y del cual yo siempre te había protegido pronunciabas mi nombre sin cesar, como una plegaria. Tu sufrimiento era el mío. Aún más si cabe, porque yo era bien consciente de tu indefensión y mi silencio. Pero no podía ser de otra forma. Asomar el rostro para protegerte una vez más habría sido mi muerte, la tuya, la de ambos.


Entonces sucedió "aquello".
Caíste enfermo. El humo que tanto amabas se convirtió en tu enemigo, atacó con fiereza tu respiración, quería robártela para hacerla suya, alimentarse y crecer sobre ella. Tu piano y tu música enmudecieron. Miraste inquieto y tenso en derredor tuyo: buscando, escudriñando, nadie sabía qué ni a quién. Parecías un niño, desamparado y aterrado buscando una mirada conocida y amable entre la multitud.
De repente, tus ojos se detuvieron en un punto fijo y tus músculos se relajaron. Me buscabas, y me encontraste. Nos volvimos a encontrar, y no entre la espesa niebla del humo de tus cigarros, tu piano y tu música. Fue un instante sin pasado, sin presente y sin futuro; segundos para reconocerse y encontrarse en el otro. Aprendiste a componer sin asolar, a crear sin derruir, a amar sin derrocar. Y a vivir sin miedo, sin miedos.
Y el humo te concedió una tregua, y tú la aceptaste. Abandonó el protagonismo que le habías concedido y se replegó despechado, empero dócil a los cantos de sirena médicos.
Improvisando, día a día, hemos compuesto a cuatro manos una existencia y una obra únicas: nuestras vidas.


Cártobas NicOh



No hay comentarios:

Publicar un comentario