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miércoles, 6 de noviembre de 2013

{ días extraños }



Días extraños.
Intermitencias diastólicas.
La edad y el ansia: ansiedad.
Gravedad o
levedad.

Cártobas NicOh





domingo, 3 de noviembre de 2013

{ entre paréntesis, aprendo, camino y vivo }



NACIÓ de mí.

Y estuvo
durante
un tiempo.
Se fue.
Nos fuimos.
Tal vez, un día
regresemos.
Para caminar
hacia adelante.
Sin reproches,
ni peros.
Tan diferentes
tan semejantes.
Espero.
Y si no es.
Ya no desespero.
Sin dejar de querer
Quiero.
En este paréntesis,
aprendo,
camino,
y vivo.

Cártobas NicOh




viernes, 1 de noviembre de 2013

{ noche mágica }




"He pasado tanto tiempo en la oscuridad,
que había olvidado lo bonita que es la luz de la luna".

Tim Burton, "La novia cadáver"






lunes, 28 de octubre de 2013

#el vientre marino argenta su pétreo rostro

#el vientre marino argenta su pétreo rostro
foto: © Cártobas NicOh


Todo me cansa, hasta lo que no me cansa. Mi alegría 
es tan dolorosa como mi dolor. 

Quien me diera ser un niño poniendo barcos de papel 
en un estanque de la quinta, con un dosel rústico de 
redes de parral poniendo ajedreces de luz y sombra 
verde en los reflejos sombríos de la poco agua. 

Entre yo y la vida hay un vidrio tenue. Por más nítidamente 
que yo vea y comprenda la vida, yo no la puedo tocar. 

¿Razonar mi tristeza? ¿para qué si el raciocinio es 
un esfuerzo? y quien está triste no puede esforzarse. 

Ni siquiera abdico de aquellos gestos banales de la 
vida de los que yo tanto querría abdicar. Abdicar es 
un esfuerzo, y yo no poseo el alma con que esforzarme. 

¡Cuántas veces me aflige no ser el accionador de aquel 
coche, el conductor de aquel tren! ¡cualquier banal Otro 
supuesto cuya vida, por no ser mía, deliciosamente me 
penetra para que yo la quiera y se me finge ajena! 

Yo no tendría el horror a la vida como a una Cosa. 
La noción de la vida como un Todo no me aplastaría 
los hombros del pensamiento. 

Mis sueños son un refugio estúpido, como un 
paraguas contra un rayo. 

Soy tan inerte, tan pobrecito, tan falto de gestos y de 
actos. 

Por más que por mí me interne, todos los atajos de 
mi sueño van a dar a claridades de angustia. 

Incluyo yo, el que sueña tanto, tengo intervalos en los 
que el sueño me huye. Entonces las cosas me parecen 
nítidas. Se desvanece la neblina en la que me cerco. 
Y todas las aristas visibles hieren la carne de mi alma. 
Todas las durezas miradas me duele saberlas durezas. 
Todos los pesos visibles de objetos me pesan por 
dentro del alma. 

La (mi) vida es como si me golpeasen con ella.


Fernando Pessoa





domingo, 27 de octubre de 2013

#una larga espera



Una ráfaga de viento empujó con fuerza la entreabierta ventana y la madera gimió al golpearse contra la pared. Aquel sonido sordo y seco hizo que se despertara sobresaltada. Se incorporó sobre la cama, y al comprobar la causa se sintió menos inquieta. El aire, invasor, era cálido y espeso, anunciaba tormenta y lluvia. Descalza se dirigió hacia la ventana para cerrarla, estaba a punto de encajar ambas hojas cuando el silencio se rompió con un leve quejido que semejaba un llanto. Se detuvo y agudizó el oído, tal vez fuese imaginación suya o el maullar de algún gato callejero. Pero no, no, alguien estaba llorando bajo su ventana, ahora estaba segura.

Se asomó, mas no vio a nadie. El voladizo que sobresalía de la pared, sobre la puerta de salida hacia la playa, ocultaba su identidad. Se aventuró a preguntar: “¿quién está ahí?, ¿hay alguien?”, no recibió respuesta alguna.


Agarró el chal que había dejado sobre la mecedora, se cubrió con él y se encaminó hacia la puerta. El miedo soplaba en su nuca, sentía su gélido aliento; aun así descorrió los cerrojos de la puerta y, con cautela, la abrió lentamente, al tiempo que su mirada recorría con avidez el espacio que se iba mostrando ante ella, tratando de identificar alguna forma humana. Inspiró profundo y se atrevió a salir. Entornó los ojos para escudriñar el horizonte, a izquierda y derecha; y, de nuevo, nada. Dirigió entonces su mirada hacia la playa y, a lo lejos, caminando hacia el mar, la divisó. Era una mujer, e iba vestida con, lo que parecía, un blanco camisón. El viento lo agitaba con fuerza, tal parecía una nívea bandera amarrada a un mástil humano. Mascarón de proa de una nave fantasma.


Con grandes zancadas fue recortando el espacio que mediaba entre ambas. Estaba casi a su altura cuando la mujer se giró hacia ella. El rostro, oculto bajo sus manos, estaba arrasado en lágrimas. Unas apenas audibles palabras manaban de su garganta. Se acercó a ella. Le preguntó qué le pasaba, qué hacía allí a esas horas, si podía ayudarla. La mujer, sin apartar las manos del rostro y sumergida en un llanto convulso, pronunciaba sin cesar: ¡¡¡Marina... Marina, mi niña, ¿dónde estás...?!!!


No sabía qué hacer, aquella mujer no atendía a razones, estaba totalmente fuera de sí. Se giró y echó a correr hacia la casa. Llamaría por teléfono a la policía. Se detuvo en seco y se volvió a mirar hacia la playa, temía que pudiese cometer alguna locura, como adentrarse en el mar y ahogarse. Sus pies se petrificaron sobre la húmeda y apelmazada arena ¡Ya no estaba, había desaparecido! Se adentró desesperada en el mar buscando la figura blanca. Era del todo imposible que la mujer pudiese haberse ahogado en los apenas cinco segundos que había tardado ella en girarse. No podía dar crédito a lo que estaba sucediendo. 


Se lanzó como una posesa a por el teléfono. La policía se presentó en el lugar. Dos embarcaciones peinaron la zona hasta bien entrado el amanecer. Fue en balde. No hallaron rastro alguno de ser humano, ni tan siquiera algún jirón de su ropa flotando en la superficie. Nada.

Tuvo la extraña sensación, por como la miraban, que comenzaban a dudar de sus palabras, como si todo aquello hubiese sido un macabro juego urdido por su solitaria y atemorizada mente ante la poderosa tormenta que amenazaba con desatarse.

Se introdujo en la casa y se acostó. Necesitaba dormir y reposar, seguro que tras un reparador sueño su mente estaría más lúcida para enfrentarse con frialdad a lo sucedido.

Como así fue.

Sabía a quién dirigirse, allí encontraría respuestas, seguro. Cruzó la calla y caminó la distancia de tres casas más arriba de la suya. Con decisión golpeó un viejo aldabón en forma de puño amenazador, suspendido sobre una gruesa puerta de madera pintada de color verde alga.

En respuesta a su llamada se abrió cual cueva a las palabras mágicas, a través de ella asomó una menuda y aparentemente frágil anciana, que, al reconocerla, desplegó una amplia sonrisa sobre unas desnudas encías. La invitó a pasar.

Relató con detalle los acontecimientos de la noche anterior. A medida que avanzaba la historia la mirada de la anciana se tornaba sombría y sus finos labios dibujaban un desconcertante rictus sobre su rostro; asentía en silencio con la cabeza, al tiempo que sus manos se entrelazaban sobre su regazo, como buscando calor y apoyo la una sobre la otra, a modo de reflexión.

Un inquietante silencio se instaló entre ambas mujeres. La una estaba a la espera de respuestas, la otra dudando si abrir o no las puertas de la verdad.

Por fin se decidió, sí, ya era hora de hacer algo, si es que se podía. ¿Por qué no intentarlo?
Y la respuesta llegó a ella.


La mujer que viste anoche, comenzó la anciana, no era humana. Está muerta. Hará de eso casi cien años. Se ahogó en el mar con Marina, su hija de quince años. Se aparece todos los años, la misma noche que murieron ambas ahogadas, un veintitrés de agosto. Y así comenzó el relato de la historia...

Aquel verano fue caluroso hasta el martirio, y aquella noche la más tirana de todas. Madre e hija, que vivían, por cierto, en la misma casa que tú habitas, salieron para darse un baño. Ajenas a todo estuvieron largo rato jugando en la arena, por lo que no advirtieron que durante ese tiempo se habían gestado amenazadoras nubes cargadas de electricidad y poderosa lluvia. El mar, apacible hasta entonces, se removió furioso en sus entrañas ante la provocación suspendida sobre él. Marina y su madre, decidieron darse un baño, estaban sofocadas. Ambas eran buenas nadadoras y se retaron a un duelo de distancia.

Y la tormenta estalló y con ella la rebelión del mar. Y en medio de ambos contrincantes, aquellas mujeres luchaban por alcanzar la orilla. La feroz lucha que sostenían el mar y el cielo las devoró a las dos. A Marina nunca la encontraron y el cadáver de su madre fue hallado sobre unas rocas a la mañana siguiente. Su larga melena estaba atrapada entre ellas cual oscura alfombra de algas mecida con sensualidad por la corriente marina.

Desde entonces vaga por la orilla del mar en busca de su hija; hasta que la encuentre, hasta que se encuentren, no descansarán en paz. Ninguna de las dos.
Abandonó la casa de la anciana. Ahora tan solo tenía que esperar paciente a que transcurriese el tiempo. Y los días cayeron, uno tras otro; las estaciones duraron lo que tardaba la siguiente en aparecer.


Una vez más era veintitrés de agosto, y de nuevo la noche, como venía sucediendo cada año, tejía la batalla que se desataría entre el mar y el cielo.

Salió de casa y encaminó sus pasos hacia la playa, firmes, con decisión; como si desfilara por una pasarela de arena.

Llegó hasta la orilla, se detuvo para sentir cómo el mar besaba sus dedos y luego prosiguió su camino, hacia adelante, hacia su interior.
Cuando ya no tocaba fondo extendió sus brazos y comenzó a nadar. Los elementos no tardaron en liberar toda su furia contenida. Fue entonces cuando se giró hacia tierra y comenzó a nadar hacia allí. Faltaba poco, sí, estaba a punto de llegar, lo conseguiría. El mar la arrastraba hacia atrás, el mismo mar que había besado sus pies ahora quería devorarla, quería besar su alma.

Divisó entonces la blanca figura de una mujer. Empleó en un último esfuerzo todas sus fuerzas, se irguió todo lo que pudo sobre la superficie y pronunció una frase, la respuesta a una eterna llamada: “¡mamá, estoy aquí! ¡ven!”

La mujer que estaba en la orilla la vio y sin vacilar se lanzó a las fauces de aquel mar que rugía salvaje cual predador hambriento. Nadó con decisión hasta donde estaba, y cuando estaba a punto de hundirse, la mujer se abrazó a ella con una fuerza inusitada y se abandonó a la mortal caricia que las engullía. Dulce rendición.


La larga espera había tocado a su fin.


                                                                                                                               Cártobas NicOh



sábado, 26 de octubre de 2013

#tu nombre es sueño



no hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza
por eso de que sus caderas...

ya sé de sobra que tiene esa sonrisa
y esas maneras
y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.

pero, además la he visto seria ser ella misma
y en serio que eso no se puede escribir en un poema.

por eso, eso que me cuentas de que mírala cómo bebe las cervezas,
y cómo se revuelve sobre las baldosas
y qué fácil parece a veces enamorarse.

todo eso de que ella puede llegar a ser es puto único motivo
de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción...

todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día
que me dio dos besos y me dijo su nombre.

pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que ella aparezca de golpe y de frente
para decirte, venga, hazte y un peta y me lo cuentas.

no sabes lo que es despertarse y que ella se retuerza y bostece,
luego te abrace,
y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.

así que, supondrás que yo soy el primero que entiende
el que pierdas la cabeza por sus piernas
y el sentido por sus palabras
y los huevos por un mínimo roce de su mejilla.

que las suspicacias,
los disimulos cuando su culo pasa,
las incomodidades de orgullo que pueda provocarte
son algo con lo que ya cuento.

quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada,
que hace tiempo que escribo los míos.

que yo también la veo,
que cuando ella cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo.

que sé cómo agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior.

que conozco su voz en formativo susurro
y formativo gemido
y en formato secreto.

que me sé sus cicatrices
y el sitio que la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría,
y me sé lo de sus rodillas y la forma de rozar las cuerdas de una guitarra.

que yo también he memorizado su número de teléfono
pero también el número de sus escalones
y el número de veces que afina las cuerdas antes de ahorcarse por bulerías.

que no solo conozco su última pesadilla,
también las mil anteriores,
y yo sí que no tengo cojones a decirle que no a nada
porque tengo más deudas con su espalda
de las que nadie tendrá jamás con la luna (y mira que hay tontos enamorados en este mundo).

que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella,
rendida a ese puto milagro que supone que exista.

que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos,
y la he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino,
y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana: no me hablen de paisajes
si no han visto su cuerpo.

que lo de "mira sí, un polvo es un polvo",
y eso del tesoro pintado de rojo sobre sus uñas
y solo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.

que te entiendo.
que yo escribo sobre lo mismo.
sobre las misma.

que razones tenemos todos.

pero yo
muchas más que vosotros.


De alguien pretérito que compuso
y me regaló este poema-canción.




viernes, 25 de octubre de 2013

#amadeus

#el perro del castañero
foto: © Cártobas NicOh


Regreso a casa con la compra del súper. Frente al edificio donde vivo hay un quiosco. Al pasar por allí me topo de frente con un bellísimo Golden Retriever. Le miro, me mira; nos hablamos en silencio y se acerca a olerme. Me da un besito, le gusto. Nos gustamos. La dueña se gira y le recrimina con dulzura:

- ¡Amadeus! ¡¿ya estás ligando?!

Sonrío.

- ¿Amadeus Mozart? -pregunto a la par que le acaricio. Me conquista con su mirada.

- Sí, así es. Y es que le encanta la música clásica: los conciertos para piano de Mozart y las arias de la Callas son de sus preferidos.

Echamos a andar los tres. Amadeus y yo seguimos mirándonos.

- Oye, Amadeus, una de mis favoritas de Mozart es el "Lacrimosa", ¿también la tuya?; y de la Callas: "Oh, mio babbino caro".

Amadeus sigue a mi lado, se deja acariciar. Me agacho, y le doy un besito en tan hermosa cabeza.

- A él también le encantan -responde sonriente la señora, a la par que sorprendida.

Entonces le hablo de Tasio, mi amado Tasio, y del viejuco Silvio. Me pregunta el por qué de esos nombres, le respondo y sonríe. Le gusta mi historia, dice. Y durante esos minutos soy feliz. Aunque ellos ya no están aquí, siguen estando conmigo.
Charlamos animadamente durante un rato sobre música clásica y algo de literatura; me cuenta que Amadeus nació en Nueva York, y que no hace mucho se han instalado ambos aquí, en Madrid. Me despido de ella y de Amadeus, nuestros caminos siguen su rumbo.
Tan interesante la dueña como el perro.
Encuentros breves y maravillosos que me suceden de vez en cuando y de cuando en vez. La vida misma.



Cártobas NicOh




jueves, 24 de octubre de 2013

#la única vez que bailé con mi padre




tu ausencia es
dolor lento y silencioso
de largos pasillos,
paredes sin techo,
puertas cerradas.
letras metálicas,
fechas abstrusas

aquel te quiero
           que pronunciamos
una vez,
fueron mil peticiones
                de perdón,
certeza de desencuentros
y vidas divergentes;
estando sin estar,
aun no siendo, eras,
          siempre presente

mi te quiero
preside 
un invertebrado
                        te recuerdo
prescindo
de un obligado
                 no te olvidamos


Cártobas NicOh




#palabras en la palma de la mano



Y él, antes de despedirse, le entregó un pequeño papel doblado; cabía perfectamente en la palma de su mano. 

No lo abras ahora. Hazlo cuando yo no esté, fue lo último que dijo antes de dar media vuelta e irse.


Le vio alejarse, dirigió la vista hacia su mano que se había cerrado formando un puño. Miedo, ansia, sorpresa, curiosidad, deseo... se colaban sin permiso a través de su piel. Con inusitada fuerza apretó, exprimió, casi esperando que las palabras se desprendieran cual zumo entre sus dedos. 


"En la sencillez residen los verdaderos sentimientos. Sencillamente para ti."


Y el amor asomó bajo aquellas palabras que cabían en la palma de su mano.

Cártobas NicOh




# la rabia



Las sesiones con el psiquiatra no estaban siendo de gran ayuda, lejos de experimentar alguna mejoría, su indignación aumentaba cada vez que acudía a su cita semanal.
¡No, no y no!, por más que aquel hombre intentaba abrir en su vida nuevas ventanas a las que asomarse para contemplar nuevos paisajes a explorar, conocer y disfrutar, se resistía a dar un paso: estaba furiosa y no deseaba dejar de estarlo, aún no. 
Si lo sucedido tenía lectura positiva, como pretendía convencerla el médico, no quería conocer sus bondades.

Dicen que el tiempo atempera el dolor, seguro que sí, pero… ¿cuánto se necesita?; en su caso seguro que no había transcurrido el suficiente pues no se cumplía el dicho.
Lo sucedido en los últimos meses, como buen protagonista, seguía ocupando el escenario de sus días. No permitía que ni un detalle se alejase de la escena, los llamaba a diario, una y otra vez, y desde la privilegiada butaca de la rabia pataleaba y lloraba hasta que caía el telón.

Quiso el azar que aquella mañana fuese el principio del fin. Era viernes, la jornada se presentaba relajada y la mañana incitaba a pasear. Sí, decidido, dejaría el coche en el garaje e iría caminando hasta la oficina. A mitad del trayecto se encontró con que la calle estaba cortada por obras, así que hubo de retroceder y dar un rodeo. Giró a la derecha y enfiló una estrecha callejuela. Caminaba distraída, con la mirada fija en las fachadas de los edificios, algunas eran realmente hermosas. Esquivó un bache en la acera y su mirada reparó en la figura de un hombre que acaba de salir del portal de uno de aquellos inmuebles. Se parecía mucho, desde luego, pero no podía ser, no, claro que no... Y, de ser él, ¿qué hacía en ese lugar? y a esa hora… negó con la cabeza y apuró un poco el paso para acortar distancias, quería cerciorarse. No pudo ser. Acertó en su percepción, era él, su marido.

Ahora que ya había despejado una duda, quedaba por averiguar cuál era el motivo de su presencia allí. Esa mañana había salido de casa antes de lo habitual con la excusa de preparar una importante reunión para el siguiente lunes. Algo comenzaba a chirriar, y no era precisamente agradable. Si aquella situación no era algo puntual, se volvería a repetir. Esperó paciente la llegada del siguiente viernes.

Para evitar ser vista se ocultó tras el portal del edificio que estaba enfrente y esperó. Casi había transcurrido una hora, en ese tiempo había salido y entrado gente de lo más dispar. Él seguía dentro, pero desconocía en qué piso. Una vez más se abrió el portal, un hombre y una mujer de mediana edad, seguidos de un atractivo joven de unos “veintipocos años” fueron los últimos personajes que vomitaron las entrañas de aquel agujero. Si continuaba allí por más tiempo se arriesgaba a que algún desconfiado vecino le hiciera preguntas incómodas, y no quería que eso sucediese.
Decepcionada abandonó el lugar. Ahora sí estaba convencida de que nada bueno para ella se cocía tras aquellas paredes. Intuía que su marido le estaba siendo infiel, mas era cuestión de tiempo y paciencia confirmarlo. Y ella poseía un buen patrimonio de ambas cosas.

Esta vez la excusa fue una cena de trabajo, y en viernes ¡cómo no! Se adelantó y, una vez más, oculta tras los cristales esperó pacientemente. La noche, cómplice de amores y desamores, le favorecía, pues el trasiego de gente, a esas horas, era menor que durante el día. Apenas habían transcurrido veinte minutos cuando vio que se acercaba un joven, era el mismo que días antes había visto salir tras aquella pareja de mediana edad.
Abrió el portal, entró, y acto seguido una luz se encendió. Dejó de vigilar sus movimientos, justo en ese momento identificó a su marido que estaba a punto de entrar. Apenas se detuvo, llevaba unas llaves en la mano y entró con rapidez.

Expectante y nerviosa entornó los ojos, fijó la mirada en aquella figura. La distancia entre ambos edificios no era muy grande, así que pudo observar con todo lujo de detalles lo que a continuación sucedió.
Ambos hombres, su marido y el muchacho, se fundieron en un abrazo, y no era precisamente amistoso. Todo lo contrario, aquel abrazo era sexual, carnal, morboso… de todo menos aséptico; y el beso que unió sus bocas un bofetón que la empujó hacia atrás sobre sí misma.

¿Estaba sucediendo de verdad? ¿era real lo que estaba presenciado?, no había espacio para malas interpretaciones, ni cabida para el dobladillo de la equivocación, lo que estaba viendo era lo que era, sin más. Su marido tenía una aventura con ¡otro hombre!
Entonces, ¿dónde quedaba ella? ¿qué hacer con seis años de vida en común? Seis años viviendo una puta farsa, una asquerosa mentira.
No sabía muy bien si la rabia que sentía era contra sí misma por no haberlo descubierto antes y pecar de ingenua, o por el hecho de que su contrincante era un hombre y no una mujer, y lo que le dolía era el orgullo.

El aguijón se había clavado hondo, sin compasión, y ella respondía atacando furibunda como un jabalí herido.



Cártobas NicOh




miércoles, 23 de octubre de 2013

#catedral



Invierno. No llueve. Llovizna, como casi siempre. Estas pequeñas lágrimas engarzadas sobre un hilo invisible forman ya parte del paisaje. No molestan, aprendes a convivir con ellas. Desciendo del tren y camino en dirección a la catedral. Frente a ella, con el oscuro telón de fondo de la noche y apoyando el paraguas sobre mis húmedos hombros, admiro en silencio cómo su mayestática silueta perfila con solemnidad el manto nocturno. Sobrecogedora y mágica imagen. Tras varios minutos de húmeda contemplación, en los cuales las lágrimas se confunden con la lluvia, vuelvo el paraguas a su posición original. Con lentos y tercos pasos enfilo el camino a casa, no lejos de allí, en la Rúa Nueva. Nos profesamos amor mutuo: mi amada catedral de Santiago de Compostela y yo. Una fidelidad esculpida sobre el silencio: lluvioso y nocturno. 


Cártobas NicOh




martes, 22 de octubre de 2013

#el amor, bajo en calorías y en lonchas finas

#ternura
foto: © Cártobas NicOh


¿Dónde está mi mundo?
Me giro, miro en derredor, y me encuentro rodeada por una inmensa charcutería donde todo, prácticamente todo, se corta y se vende al peso. Todo medido, todo comedido. Se ama con moderación, lo justo, o se tiende a que así sea.
Se dosifica la información; se inyecta el dolor en ampollas; la educación es descafeinada y meliflua; la justicia se aplica con cuentagotas; imperan la indefinición y las medias tintas.

No sabemos si vamos o venimos. Somos una gota sin identidad que se diluye y pierde el color de su sonido en el océano monocromo de la muchedumbre.

Si somos racistas o clasistas, que en el fondo lo somos en mayor o menor medida aunque no guste admitirlo públicamente, que no se note, ni traspase, ni se mueva (protejámonos con el Tampax de la solidaridad y la tolerancia, de lo “políticamente correcto”). Da igual que en el back stage imperen los verdaderos sentimientos, de rechazo, desconfianza o temor.
Lavemos nuestras conciencias apadrinando niños por “taintantos” euros al mes; qué importa su identidad, su dolor es lejano y su desgracia más. Liberemos carga de culpa, sumemos bondad y restemos artificiosamente prejuicios que nunca nos abandonan; y así hasta al próximo examen de ¡conciencia?

Es curioso, sin embargo, comprobar como gente más cercana a nosotros en el tiempo y el espacio necesita ayuda, de la nuestra, sí, también; y que lejos de apresurarnos a brindársela volvemos asépticamente nuestra mirada hacia otro lado, porque claro, nuestra cuota de “cómoda generosidad” ya está cubierta con los “taitantos” euros. Ante la desgracia cercana nuestra solidaridad se vuelve ciega y sorda. Padecemos tortícolis social.
Todo se mide, todo se pesa, todo se reprime y todo se comprime. Se dosifica.

No es de extrañar que atravesemos una escandalosa sequía de creatividad.
Crear es como arrancar hijos al alma, engendrar ideas del sentimiento desatado y feroz, vomitar pasión para alimentar la propia existencia.
Todo aquel que crea no entiende de pesos ni de medidas. Se limita a buscar un medio de expresión que canalice toda esa energía que lo sacude, lo posee y lo demoniza.
El amor, la destrucción, el odio, la pasión son sentimientos inconmensurables. Quien ama de esa manera puede aborrecer con la misma intensidad, y su capacidad de destrucción es ilimitada, tanto como la de crear.
Quien ama sin condiciones ni límites confía en que el otro, los otros, hayan borrado la letra pequeña del contrato.

Los sentimientos en estado puro son como la naturaleza: crueles. Ni justos, ni injustos. No entienden de normas, límites o compasión alguna. Suceden y ya está. Arrasan todo a su paso, para su goce o su padecimiento.
Y si hoy, salvarse de la quema tiene como precio la renuncia a parte de lo que uno es, de lo que ha hecho y de su yo; entonces es preferible hundirse solo, sin tabla de salvación a la que poder agarrarse. Es más digna una muerte solitaria que una salvación cortada en lonchas, cual fiambre que se ofrece en charcutería, al peso y etiquetado.

La vida es como una noria, hay quien se sube a ella y gira, y gira, cambia de canasta y de compañía, con el riesgo que conlleva de caer el vacío, pero durante el viaje disfruta contemplando el amplio paisaje que ante sus ojos se dibuja, ora grato, ora ingrato; otros se limitan a presenciar el espectáculo desde abajo, su horizonte no va más allá del corto trayecto que les permite su limitada visión.

Cuántas veces no habremos lamentado no habernos enamorado de ésta o aquella persona, o desear con todas nuestras fuerzas poder hacerlo. Aquí no existe la libre elección, no hay libertad posible, ni juez al que poder acudir para reclamar equidad y justicia. La bondad se enamora de la maldad, la belleza de la fealdad, el egoísmo de la generosidad, la honradez de la delincuencia, la brillantez de la mediocridad y hasta la ternura de la tiranía. Es cruel, pero es así. Como una moneda, cada cara busca su cruz y viceversa. Ambos opuestos son una sola cosa, una misma intensidad que se manifiesta de formas diferentes.
Unos construyen, otros destruyen.
¿Qué es mejor?
¿Construir para encarcelar? o ¿destruir para liberar?

Todo es tan incierto, tan subjetivo, tan frágil y resbaloso que acaba mordiendo bajo nuestros pies cual diente de perro.
Tal vez hasta nosotros mismos seamos un Matrix de nuestra propia mente y vivamos en realidades ficticias, cortinas que se corren para ocultar una existencia gris, hueca y fría, sometida bajo unas, aparentemente razonables, normas que ocultan un miedo atroz a reconocer la existencia y cohabitación con los instintos más primarios y salvajes que son inherentes a nuestra naturaleza.
La envidia, la belicosidad, la ambición, el afán desmedido de poder y dominar, de liderazgo, y demás mal llamados pecados capitales son tan antiguos como el ser humano. Llegaron con él y con nosotros continúan. En tantos miles de años no hemos sido capaces de diluirlos. Ellos terminarán por exterminarnos, seguro.

Nos puede la soberbia, así hemos ido creando realidades impostadas e imponiendo nuevas normas e ideales de comportamiento humano, valores falsos que no conducen sino a una autodestrucción anunciada.

Creamos, mas nuestras creaciones nos superan, no estamos preparados para administrar el poder, tan acostumbrados a ser vasallos de los límites que nos imponemos. Calzamos pequeño y la vida nos viene grande.
Disfrazamos nuestro miedo escénico bajo una capa de necia autosuficiencia, desafiamos a la misma muerte, invencible y paciente dama, sabedora de su eterno poder. Reina a la que nadie quiere rendir pleitesía ni ser súbdito de su reinado.

La vida nos da, y, un buen día, nos lo arrebata. Así es, ni más ni menos. Y sobrevive, con nosotros, a pesar de nosotros y gracias a ella misma.
Mientras la tengamos, disfrutemos; cuando nos la quieran arrebatar, luchemos por sobrevivir.


Cártobas NicOh




#amaría a maría

#ausencia
foto: © Cártobas NicOh

Caído del cielo, nunca mejor dicho, porque desde Madrid a Galicia viajaste en avión con tan solo tres meses de vida. La espera fue larga y ansiosa en aquella lúgubre terminal de carga del aeropuerto. Apareciste, y nuestras miradas se cruzaron a través de aquellas pequeñas rejas de la puerta de tu transportín. Verte y enamorarme, fue todo uno. Eras diminuto, timorato y llorón, los primeros días que compartimos nuestras vidas. Creciste, y nos regalaste momentos maravillosos, dibujaste siempre sonrisas en nuestros rostros. Fuiste mágico y curativo, creo que nunca fuimos tan familia como contigo. Mi viejo te adoraba, te regalaba los mimos y cariños que nosotros nunca disfrutamos, extrajiste el amor que dentro de su ser se ocultaba. Sedujiste a mi hermana, ella que le tenía pavor a los seres como tú. Fuiste un hijo más para mi madre. Y a mí, me enseñaste a ser mejor persona. Tres años y medio, tan solo, estuviste entre nosotros. Han transcurrido ya catorce desde tu muerte, y sigues ahí, vivo en nuestro recuerdo. Tu cabeza estaba empapada en color mimbre, y un hermoso plata azulado reflejaba el pelo de tu cuerpo. Un ser extraordinario que cambió nuestras vidas, sin pretenderlo, y nos unió en los peores momentos: su triste y dolorosa muerte. Fuiste efímero, empero sempiterno en la memoria.

A Lucky, mi pequeño yorkshire. Los afortunados fuimos nosotros, inundaste de amor y felicidad nuestras vidas. 

Cártobas NicOh




lunes, 21 de octubre de 2013

#desde mi ventana



Una ventana, estrecha y muy alta, de suelo a techo, tengo en el salón de mi casa; y a través de ella un único atisbo de vida: un árbol, "platanus hispanica" vulgo plátano de sombra. De esos mismos que inundan nuestros parques, calles y avenidas; hoja caduca y de los que aguantan un bombardeo. Sus troncos desnudos muestran las amputaciones a las que muchos son sometidos. Ramas que sobran, crecimientos que estorban o se deben corregir; me recuerdan a esos humanos que no "progresan adecuadamente"... molestos, que destacan, y asoman la nariz y las meninges por encima del monocromático paisaje de cabezas grises.

No cierro las contraventanas de mi salón, es como darle un ventanazo en sus ramas. Cada vez que me tumbo en mi sofá predilecto nuestras miradas se encuentran. Me gusta ver cómo cambia de aspecto con cada estación; en breve vestirá sus brazos con un regimiento de verdes hojas. Ahora mismo, sus ramas desnudas me recuerdan el tronco cerebral y sus ramificaciones nerviosas, esa desconocida maraña de conexiones y transmisiones interneuronales. Es alto y joven, el grosor de su tronco así lo indica. Fuerte, vigoroso y sano. Él ha echado raíces para sobrevivir, yo no deseo imitarle, tal vez porque sé lo que es sobrevivir y, hasta, malvivir. Y deseo vivir.

Cada mañana, cuando salgo de casa, nos saludamos. Sin vernos, nos intuimos. A ver qué haces hoy, que tienes mirada ausente... parece advertirme. ¡Cuántas confidencias y visiones de mi vida albergará dentro! Estando en el exterior, siempre sabe cómo asomar a mi interior. He pensado ponerle nombre, me gusta nombrar o renombrar a quienes acepto que entren a formar parte de mi vida. Es mi personal manera de dar la bienvenida y decir: "me gustas".

Aunque, ahora que lo pienso, desde que comenzó nuestra relación, hace ya dos años, no he sentido la necesidad de adjudicarle nombre alguno. Tal vez sea porque presiento temporalidad en este espacio y en este lugar. O, tal vez, porque ninguno de los dos necesitamos saber nuestros nombres para comunicarnos.

Creo que le gustan Bach, Mozart y Mendelssohn, su música inunda mi espacio desde hoy por la mañana y le siento alegre. Miro a través de mi ventana, y creo advertir un leve movimiento de compás musical en sus finas ramas. Disfrutamos juntos. Yo escucho, escribo estas letras y él me acompaña. Miro hacia afuera, le pregunto si le gusta lo que escucha y lee, y asiente. Nos hacemos compañía. Amanezco sobre mi cama y me da los buenos días, me quedo dormida y vela mis sueños. Te extrañaré cuando me vaya, Bárbol. Y así, sin darnos cuenta, ya tienes nombre: BÁRBOL.

Cártobas NicOh





miércoles, 18 de septiembre de 2013

#tabulando la vida



Tabulando la vida.
Habitar en sus márgenes, lindes del camino.
Contemplar un pie de página.
Dibujar un encabezado sin título.
Sin ESCape posible.
Ni DELETE.
La vida misma.
Así es.

Cártobas NicOh




martes, 17 de septiembre de 2013

#se querían · vicente aleixandre

"normal"
foto: © Cártobas NicOh


Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.


Vicente Aleixandre




lunes, 16 de septiembre de 2013

#enjambre silencioso


rumor lejano
enjambre silencioso
colmena del deseo

imbricado sexo
paciente segador
cosecha de fluidos

tiempo sobre el tiempo
palabras que asoman
ayer fuiste presencia

Cártobas NicOh




viernes, 13 de septiembre de 2013

#almas de agua, navegantes de estrellas

> nasas <
foto: © Cártobas NicOh


Pescadores de luz, instantes y afectos.
Escultores de espuma sobre las olas.
Hacedores de vientos
con sabor a presentes salobres.
Buscadores de sirenas varadas
en la desierta playa de los sueños.
Almas de agua, navegantes de estrellas. 

Cártobas NicOh




lunes, 29 de julio de 2013

"cementerio de palabras"

> cruz y arena <
foto: © Cártobas NicOh

Serpientes enroscadas
en nocturno terciopelo,
sonámbulas promesas

Nostalgias pasadas,
son rostros mortecinos
y ecos sin retorno

Errante viajera
sobre ciudades sumergidas
bajo lápidas de amor

~ Cártóbas NicOh ~