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sin título foto: © Cártobas NicOh |
He vuelto a releer (no sé cuántas veces) tu correo... y cada vez más despacio, la primera vez que lo leí trastabillé en tus palabras y mi miedo.
Me retracto de lo dicho, de ese descolgar una frase de todo un contexto, aislarla y darle así un significado distinto al que en realidad tiene en todo el conjunto (es algo que detesto, y yo lo he hecho).
Me invadió el miedo, un miedo terrible, pero no por las cosas que dices, sino por mí misma, miedo a sentir más allá de lo que pueda controlar y que me desborde, y me haga sufrir. Te lo dije no hace mucho: he tenido que enlatar mis sentimientos y emociones.
Y este miedo se debe a lo que he vivido estos últimos años, es un mecanismo de protección. Me he paseado por cuerpos de muchos hombres, pero no por poesía del sexo, ni sexo con ni por amor, ni nada que se le parezca, fue el horror, el horror... Una espiral de autodestrucción que generaba asco, asco de mi actitud, porque sabía que iba en contra de mi naturaleza, pero continué mejorando en lo peor. Hasta que un día decidí clausurar esa etapa porque lejos de salir de la ciénaga, me hundía más y más en ella. Fue un arrastrarse, deslizarse, sobre el filo de una navaja, cual caracol sin serlo... a punto estuve de fenecer, pero logré sobrevivir.
Conviví tres años con una bestia humana, un enfermo mental, que me destrozó emocionalmente y que casi me mata físicamente, y de ahí en adelante la única poesía que encontré fue en mis perros, ahora en mi gato y en contadísimos amigos y seres no olvidables que han ido apareciendo en mi camino a raíz de mi regreso a esta ciudad. Y en esta nueva singladura he decidido tabular la vida y habitar en los lindes de su camino, me siento protegida y arropada por mis amigos emocionales, fantasmas que moran en la literatura, la fotografía, la música, el cine, y en todas las manifestaciones del arte y la belleza. Pequeños refugios en los cuales una se siente a salvo de todo y de todos.
Seis años, D, ya son seis años (re)inventándome día a día, desaprendiendo para aprender, e intentando averiguar quién soy, qué soy... y siento auténtico pánico existencial cuando me pierdo, cuando soy consciente de la soledad en la que vivo y de esta mi realidad que es un fino cable sobre el que me deslizo cual funambulista, a diario, procurando no mirar hacia abajo para no perder pie con mi realidad (pre)fabricada, y cuando lo hago pienso en la hija que tengo y que se ha convertido en una perfecta desconocida, ambas lo somos; en mis hermanos, dos figuras que se van desdibujando sobre papel mojado... Y mi madre, esa perfecta desconocida que se esfuerza por dejar de serlo, y que está ahí, que es un allí, porque está lejos y nos vemos una vez al año, como poco.
Me he agarrado a esa frase de tu correo para huir, sabía que eso sería poner el cierre a este intercambio de correspondencia. Lo hago siempre, contigo lo he hecho unas cuantas veces: huir cuando las emociones escapan a mi control.
Un beso, y FELIZ 2014, claro que sí.
Cé