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sábado, 4 de enero de 2014

{ las mujeres que habitan en mí (m.14.3) }

m.14.3
foto: © Cártobas NicOh

{ las mujeres que habitan en mí (m.14.2) }

m.14.2
foto:  © Cártobas NicOh

{ los pasos perdidos } · alejo carpentier

au(e)sencia
foto: Cártobas NicOh



"Llego a preguntarme a veces si las formas superiores
de la emoción estética no consistirán, simplemente,
en un supremo entendimiento de lo creado.
Un día, los hombres descubrirán un alfabeto
en los ojos de las calcedonias,
en los pardos terciopelos de la falena,
y entonces se sabrá con asombro
que cada caracol manchado era,
desde siempre, un poema."


Alejo Carpentier





{ escribo para saber de mí · 04.01.14 · 18:05 pm }




No sé si soy yo la que se sube a diferentes vagones, o siempre viajo en el mismo, y lo único que cambia es el paisaje que contemplo a través de la ventana y los pasajeros que comparten trayecto conmigo. Bastantes son los que se apean un par de estaciones más allá de donde han subido, algunos continúan algo más lejos, y tan solo alguno(s) -cada cierto tiempo- decide(n) no bajarse y compartir asiento conmigo.
Todos dejan algo: olvidable y no olvidable. También se llevan consigo algo más de lo que traían.
Trenes que se cruzan a diario sin rozarse, tan solo una estela de aire dejan a su paso, algunos hasta sin aire te dejan.
Vagones que se desenganchan y cambian de vía, y hasta de dirección y trayecto.

La vida misma, ¿cierto?



Cártobas NicOh






{ las mujeres que habitan en mí (m.14.1) }

m.14.1
foto: © Cártobas NicOh

{ noche oscura del alma } · san juan de la cruz




En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme, y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


San Juan de la Cruz






viernes, 3 de enero de 2014

{ entre(ti)nieblas }




entre(ti)nieblas

bajo la lluvia
arrodillada
mordiendo
la tierra


Cártobas NicOh






{ las mujeres que habitan en mí (m.13.2) }

m.13.2
foto: © Cártobas NicOh

{ escribo para saber de mí · 03.01.14 · 10:59 am }




Escribo para saber de mí,
para ser yo, mirando(me) como un ser ajeno y extraño,
como una desconocida que entra en tu vida.

Es un adentrarse en tu oscuridad para averiguar quién eres,
y a veces encuentras luz donde había tinieblas,
porque escondido entre ellas siempre está el miedo.
Miedo a reconocer(te), a descubrir(te).

Cártobas NicOh






{ te escribo para saber de mí · 02.01.14 · 21:26 pm }

sin título
foto: © Cártobas NicOh



La vida es una sucesión de encuentros y despedidas. Te diluyes en mi camino, y un regalo aparece el primer día de este nuevo año invitándome a estar en el puente de Segovia. Sobre el agua del río y bajo la lluvia me he dejado llevar hasta Aranjuez. Allí, al son de los ecos del concierto que lleva su mismo nombre y bajo el manto de la fría y hermosa noche, mi mirada bordeó y acarició el recinto de sus jardines, recorrió el perímetro de su bello palacio, paseó bajo sus soportales y se posó sobre la superficie del agua de un estanque. En su lento y oscuro discurrir, un silencioso murmullo se mezcló con el aire y se enredó en las ramas de los árboles.

Arañé la tierra mojada, sentí su olor y sabor. Sobre una alfombra de hojas húmedas, y abrazada al tronco de un viejo castaño vislumbré el perfil de una loba. Mi sombra.



Cártobas NicOh





martes, 31 de diciembre de 2013

{ a mi abuela materna, rosario }

el pentagrama de la vida
foto: © Cártobas NicOh


Rosario, "siña Rosaria" para los conocidos, fue mi abuela materna. ¡Qué carácter! y ¡qué mujer! no había quien le tosiera, y pobre de quien pretendiera tomarle el pelo, ¡salía por patas!
Como una roca, y sin pelos en la lengua. Empero, en generosidad y honestidad, era única. 
Una de sus máximas que, a su vez, mi madre me ha transmitido: "Es mejor hacer bien que mal". 
De la misma forma, yo se lo he susurrado a mi hija. Confío que ella haga lo mismo con sus descendientes.

En Vilar, tierra que la vio nacer y morir, bajo aquel viejo castaño y sobre un gastado banco de madera aprendí a "cochar" los chinchos, las xoubas y limpiar todo tipo de pescados, bajo su atenta mirada y sus expertas manos. Recuerdo con dulce melancolía la gran expectación del no olvidable ritual de sacar agua del pozo, y ella me dejaba, eso sí, sin quitarme ojo de encima. Retirar la tapa, soltar el cubo dejar que se llenase de agua, y tirar de la cuerda sobre la polea me encantaba, pocos recuerdos me producen tanta satisfacción como estos. Me reconfortan, forman parte de mi génesis particular.


Después vendrían aquellas caminatas desde Vilar a Montemogos atravesando caminos inexistentes ya, pero que todavía conservo en mi mente: flanqueados por pinos, eucaliptus, castaños y demás flora y fauna que pululaba a nuestro alrededor, apartando zarzas, esquivando troncos, rodeando pedruscos (como la vida misma)... Y su mano, su firme, áspera y a la vez suave mano, sujetando la mía, guiándome. Cómo extraño aquella sensación de seguridad, de saberme guiada.


Era directa, sin ambages, y áspera, como la tierra que durante tantos años trabajó; y, sin embargo, su mirada (que tengo bien presente) era limpia como el agua de nuestro pozo y cálida como el pan que amasaba. Intentabas besarla y te regañaba -ahora me sonrío-  porque sé que no sabía encajar ese tipo de gestos. Siendo niña me desconcertaba y hasta la temía. Intentar besar a la abuela era, cuando menos, un acto heroico. Llegar, besar y echar a correr era todo uno. Ufffffffffffff...


Mi abuela es eso: olor a masa para empanada, hígado encebollado en la matanza del cerdo, chorizos ahumados sobre la cocina de hierro, desplumar pollos y eviscerarlos, sulfatar las vides....


Y esos momentos dentro del hórreo, mágicos donde los haya, desgranando mazorcas de maíz, colgando los ajos, las cebollas, esparciendo las patatas. Ella sobre su banco, enfrente yo, contemplando con asombro cómo aquella anciana mujer desprendía tanta belleza, sabiduría y serenidad. 
Cuando me siento perdida abro la cancela de aquel portal, y al final del estrecho pasillo está ella: sentada sobre su chiquito banco de madera, me espera, sujeta mi mano y me conduce al interior del hórreo y allí me recuesto sobre su regazo y me duermo, cual niña desamparada que ha encontrado por fin su refugio.

Fue justa, valiente y sabia. Y honesta, muy honesta. No le quitaba el sueño matar una gallina, ni un cerdo, pero sí engañar a los demás. Abuelas como la mía nos podrían dar muchas lecciones de vida y ante la vida.


Una gran señora, con su pañuelo amarillo amarrado a la cabeza, delantal gris y vestido negro. Así te recuerdo, abuela. !Ah! y esa precisa trenza que con tanta habilidad te hacías a diario en tu gris y elegante cabello. Todavía me sigue asombrando tu destreza con aquel diminuto peine, un poco de agua sobre la palangana y el riguroso movimiento de tus manos. Hermoso ritual que tuve la fortuna de presenciar y cuánta belleza y elegancia en tus gestos.

Ahora ya sé a quién veo en el reflejo de mi espejo. A ti.



Cártobas NicOh