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martes, 22 de octubre de 2013

#el amor, bajo en calorías y en lonchas finas

#ternura
foto: © Cártobas NicOh


¿Dónde está mi mundo?
Me giro, miro en derredor, y me encuentro rodeada por una inmensa charcutería donde todo, prácticamente todo, se corta y se vende al peso. Todo medido, todo comedido. Se ama con moderación, lo justo, o se tiende a que así sea.
Se dosifica la información; se inyecta el dolor en ampollas; la educación es descafeinada y meliflua; la justicia se aplica con cuentagotas; imperan la indefinición y las medias tintas.

No sabemos si vamos o venimos. Somos una gota sin identidad que se diluye y pierde el color de su sonido en el océano monocromo de la muchedumbre.

Si somos racistas o clasistas, que en el fondo lo somos en mayor o menor medida aunque no guste admitirlo públicamente, que no se note, ni traspase, ni se mueva (protejámonos con el Tampax de la solidaridad y la tolerancia, de lo “políticamente correcto”). Da igual que en el back stage imperen los verdaderos sentimientos, de rechazo, desconfianza o temor.
Lavemos nuestras conciencias apadrinando niños por “taintantos” euros al mes; qué importa su identidad, su dolor es lejano y su desgracia más. Liberemos carga de culpa, sumemos bondad y restemos artificiosamente prejuicios que nunca nos abandonan; y así hasta al próximo examen de ¡conciencia?

Es curioso, sin embargo, comprobar como gente más cercana a nosotros en el tiempo y el espacio necesita ayuda, de la nuestra, sí, también; y que lejos de apresurarnos a brindársela volvemos asépticamente nuestra mirada hacia otro lado, porque claro, nuestra cuota de “cómoda generosidad” ya está cubierta con los “taitantos” euros. Ante la desgracia cercana nuestra solidaridad se vuelve ciega y sorda. Padecemos tortícolis social.
Todo se mide, todo se pesa, todo se reprime y todo se comprime. Se dosifica.

No es de extrañar que atravesemos una escandalosa sequía de creatividad.
Crear es como arrancar hijos al alma, engendrar ideas del sentimiento desatado y feroz, vomitar pasión para alimentar la propia existencia.
Todo aquel que crea no entiende de pesos ni de medidas. Se limita a buscar un medio de expresión que canalice toda esa energía que lo sacude, lo posee y lo demoniza.
El amor, la destrucción, el odio, la pasión son sentimientos inconmensurables. Quien ama de esa manera puede aborrecer con la misma intensidad, y su capacidad de destrucción es ilimitada, tanto como la de crear.
Quien ama sin condiciones ni límites confía en que el otro, los otros, hayan borrado la letra pequeña del contrato.

Los sentimientos en estado puro son como la naturaleza: crueles. Ni justos, ni injustos. No entienden de normas, límites o compasión alguna. Suceden y ya está. Arrasan todo a su paso, para su goce o su padecimiento.
Y si hoy, salvarse de la quema tiene como precio la renuncia a parte de lo que uno es, de lo que ha hecho y de su yo; entonces es preferible hundirse solo, sin tabla de salvación a la que poder agarrarse. Es más digna una muerte solitaria que una salvación cortada en lonchas, cual fiambre que se ofrece en charcutería, al peso y etiquetado.

La vida es como una noria, hay quien se sube a ella y gira, y gira, cambia de canasta y de compañía, con el riesgo que conlleva de caer el vacío, pero durante el viaje disfruta contemplando el amplio paisaje que ante sus ojos se dibuja, ora grato, ora ingrato; otros se limitan a presenciar el espectáculo desde abajo, su horizonte no va más allá del corto trayecto que les permite su limitada visión.

Cuántas veces no habremos lamentado no habernos enamorado de ésta o aquella persona, o desear con todas nuestras fuerzas poder hacerlo. Aquí no existe la libre elección, no hay libertad posible, ni juez al que poder acudir para reclamar equidad y justicia. La bondad se enamora de la maldad, la belleza de la fealdad, el egoísmo de la generosidad, la honradez de la delincuencia, la brillantez de la mediocridad y hasta la ternura de la tiranía. Es cruel, pero es así. Como una moneda, cada cara busca su cruz y viceversa. Ambos opuestos son una sola cosa, una misma intensidad que se manifiesta de formas diferentes.
Unos construyen, otros destruyen.
¿Qué es mejor?
¿Construir para encarcelar? o ¿destruir para liberar?

Todo es tan incierto, tan subjetivo, tan frágil y resbaloso que acaba mordiendo bajo nuestros pies cual diente de perro.
Tal vez hasta nosotros mismos seamos un Matrix de nuestra propia mente y vivamos en realidades ficticias, cortinas que se corren para ocultar una existencia gris, hueca y fría, sometida bajo unas, aparentemente razonables, normas que ocultan un miedo atroz a reconocer la existencia y cohabitación con los instintos más primarios y salvajes que son inherentes a nuestra naturaleza.
La envidia, la belicosidad, la ambición, el afán desmedido de poder y dominar, de liderazgo, y demás mal llamados pecados capitales son tan antiguos como el ser humano. Llegaron con él y con nosotros continúan. En tantos miles de años no hemos sido capaces de diluirlos. Ellos terminarán por exterminarnos, seguro.

Nos puede la soberbia, así hemos ido creando realidades impostadas e imponiendo nuevas normas e ideales de comportamiento humano, valores falsos que no conducen sino a una autodestrucción anunciada.

Creamos, mas nuestras creaciones nos superan, no estamos preparados para administrar el poder, tan acostumbrados a ser vasallos de los límites que nos imponemos. Calzamos pequeño y la vida nos viene grande.
Disfrazamos nuestro miedo escénico bajo una capa de necia autosuficiencia, desafiamos a la misma muerte, invencible y paciente dama, sabedora de su eterno poder. Reina a la que nadie quiere rendir pleitesía ni ser súbdito de su reinado.

La vida nos da, y, un buen día, nos lo arrebata. Así es, ni más ni menos. Y sobrevive, con nosotros, a pesar de nosotros y gracias a ella misma.
Mientras la tengamos, disfrutemos; cuando nos la quieran arrebatar, luchemos por sobrevivir.


Cártobas NicOh




#amaría a maría

#ausencia
foto: © Cártobas NicOh

Caído del cielo, nunca mejor dicho, porque desde Madrid a Galicia viajaste en avión con tan solo tres meses de vida. La espera fue larga y ansiosa en aquella lúgubre terminal de carga del aeropuerto. Apareciste, y nuestras miradas se cruzaron a través de aquellas pequeñas rejas de la puerta de tu transportín. Verte y enamorarme, fue todo uno. Eras diminuto, timorato y llorón, los primeros días que compartimos nuestras vidas. Creciste, y nos regalaste momentos maravillosos, dibujaste siempre sonrisas en nuestros rostros. Fuiste mágico y curativo, creo que nunca fuimos tan familia como contigo. Mi viejo te adoraba, te regalaba los mimos y cariños que nosotros nunca disfrutamos, extrajiste el amor que dentro de su ser se ocultaba. Sedujiste a mi hermana, ella que le tenía pavor a los seres como tú. Fuiste un hijo más para mi madre. Y a mí, me enseñaste a ser mejor persona. Tres años y medio, tan solo, estuviste entre nosotros. Han transcurrido ya catorce desde tu muerte, y sigues ahí, vivo en nuestro recuerdo. Tu cabeza estaba empapada en color mimbre, y un hermoso plata azulado reflejaba el pelo de tu cuerpo. Un ser extraordinario que cambió nuestras vidas, sin pretenderlo, y nos unió en los peores momentos: su triste y dolorosa muerte. Fuiste efímero, empero sempiterno en la memoria.

A Lucky, mi pequeño yorkshire. Los afortunados fuimos nosotros, inundaste de amor y felicidad nuestras vidas. 

Cártobas NicOh




#la soledad del corredor de fondo · alan sillitoe


(...)Trotaba junto a un prado bordeado por un sendero hondo, oliendo la hierba verde y la madreselva, y sentí como si descendiera de una larga estirpe de galgos de carrera entrenados para correr a dos patas, sólo que no conseguía ver a un conejo de juguete allí delante ni tampoco tenía detrás un palo que me obligara a mantener el paso. Adelanté al corredor de Gunthorpe que tenía la camiseta negra de sudor, y empezaba a ver la esquina del matorral de delante, donde el único tío al que me faltaba por adelantar para ganar la carrera iba a toda leche para llegar a la señal de la mitad de recorrido. Luego dobló metiéndose por una lengua de árboles y matojos donde ya no le pude ver, ni pude ver a nadie, y entonces conocí la soledad que siente el corredor de fondo corriendo campo a través y me di cuenta que por lo que a mí se refiere esta sensación era lo único honrado y verdadero que hay en el mundo, y comprendí que nunca cambiaría, sin importar para nada lo que sienta en algunos momentos raros, y sin importar tampoco lo que me digan los demás. El corredor que venía detrás debía de estar muy lejos porque había mucho silencio, y se notaba menos ruido y movimiento incluso que el que se nota una fría madrugada de invierno a las cinco. Era difícil de entender, y lo, único que sabía era que uno tenía que correr, correr, correr, sin saber por qué está corriendo, pero uno seguía adelante atravesando campos que no entendía y metiéndose en bosques que le asustaban, subiendo lomas sin saber cómo había subido o bajado, y atravesando corrientes de agua que le habrían arrancado el corazón a uno de haber caído en ellas. Y el poste de la meta no era el final de eso,aunque un montón de gente le anime a uno, porque hay que seguir antes de haber recuperado el aliento, y la única vez en que uno se paraba de verdad era cuando tropezaba con el tronco de un árbol y se rompía la crisma o caía en un pozo abandonado y se quedaba muerto en la oscuridad para siempre. Así que pensaba: no me van a cazar con esta trampa de las carreras, con esto del correr tratando de ganar, con esto de trotar por un trozo de cinta azul, pues no es para nada un modo de pasárselo bien, aunque me juren por lo más sagrado que sí. No hay que hacer caso de nadie y seguir el propio camino, y no el que señale una hilera de gente con cubos de agua y frascos de yodo por si te caes y te cortas y ellos te ayudan a levantarte —aunque desees quedarte donde estás—, a ponerte en marcha otra vez.(...)

Alan Sillitoe



lunes, 21 de octubre de 2013

#desde mi ventana



Una ventana, estrecha y muy alta, de suelo a techo, tengo en el salón de mi casa; y a través de ella un único atisbo de vida: un árbol, "platanus hispanica" vulgo plátano de sombra. De esos mismos que inundan nuestros parques, calles y avenidas; hoja caduca y de los que aguantan un bombardeo. Sus troncos desnudos muestran las amputaciones a las que muchos son sometidos. Ramas que sobran, crecimientos que estorban o se deben corregir; me recuerdan a esos humanos que no "progresan adecuadamente"... molestos, que destacan, y asoman la nariz y las meninges por encima del monocromático paisaje de cabezas grises.

No cierro las contraventanas de mi salón, es como darle un ventanazo en sus ramas. Cada vez que me tumbo en mi sofá predilecto nuestras miradas se encuentran. Me gusta ver cómo cambia de aspecto con cada estación; en breve vestirá sus brazos con un regimiento de verdes hojas. Ahora mismo, sus ramas desnudas me recuerdan el tronco cerebral y sus ramificaciones nerviosas, esa desconocida maraña de conexiones y transmisiones interneuronales. Es alto y joven, el grosor de su tronco así lo indica. Fuerte, vigoroso y sano. Él ha echado raíces para sobrevivir, yo no deseo imitarle, tal vez porque sé lo que es sobrevivir y, hasta, malvivir. Y deseo vivir.

Cada mañana, cuando salgo de casa, nos saludamos. Sin vernos, nos intuimos. A ver qué haces hoy, que tienes mirada ausente... parece advertirme. ¡Cuántas confidencias y visiones de mi vida albergará dentro! Estando en el exterior, siempre sabe cómo asomar a mi interior. He pensado ponerle nombre, me gusta nombrar o renombrar a quienes acepto que entren a formar parte de mi vida. Es mi personal manera de dar la bienvenida y decir: "me gustas".

Aunque, ahora que lo pienso, desde que comenzó nuestra relación, hace ya dos años, no he sentido la necesidad de adjudicarle nombre alguno. Tal vez sea porque presiento temporalidad en este espacio y en este lugar. O, tal vez, porque ninguno de los dos necesitamos saber nuestros nombres para comunicarnos.

Creo que le gustan Bach, Mozart y Mendelssohn, su música inunda mi espacio desde hoy por la mañana y le siento alegre. Miro a través de mi ventana, y creo advertir un leve movimiento de compás musical en sus finas ramas. Disfrutamos juntos. Yo escucho, escribo estas letras y él me acompaña. Miro hacia afuera, le pregunto si le gusta lo que escucha y lee, y asiente. Nos hacemos compañía. Amanezco sobre mi cama y me da los buenos días, me quedo dormida y vela mis sueños. Te extrañaré cuando me vaya, Bárbol. Y así, sin darnos cuenta, ya tienes nombre: BÁRBOL.

Cártobas NicOh





#sin título · antonio mesones

"sin título" · antonio mesones


Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche

hablemos hombre a hombre, finalmente.

Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años !

Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d'être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
              íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.
Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
                          Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.



Jaime Gil de Biedma, "Pandémica y Celeste"




viernes, 20 de septiembre de 2013

#como la mar, los besos · vicente aleixandre



No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.

Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.

Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.

Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.

Vicente Aleixandre




miércoles, 18 de septiembre de 2013

#árbol de diana · alejandra pizarnik


5
por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo

6
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe

7
Salta con la camisa en llamas
de estrella a estrella,
de sombra en sombra.
Muere de muerte lejana
la que ama al viento.

8
Memoria iluminada, galería donde vaga
la sombra de lo que espero. No es verdad
que vendrá. No es verdad que no vendrá.

Alejandra Pizarnik




#tabulando la vida



Tabulando la vida.
Habitar en sus márgenes, lindes del camino.
Contemplar un pie de página.
Dibujar un encabezado sin título.
Sin ESCape posible.
Ni DELETE.
La vida misma.
Así es.

Cártobas NicOh




martes, 17 de septiembre de 2013

#se querían · vicente aleixandre

"normal"
foto: © Cártobas NicOh


Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.


Vicente Aleixandre




lunes, 16 de septiembre de 2013

#enjambre silencioso


rumor lejano
enjambre silencioso
colmena del deseo

imbricado sexo
paciente segador
cosecha de fluidos

tiempo sobre el tiempo
palabras que asoman
ayer fuiste presencia

Cártobas NicOh




viernes, 13 de septiembre de 2013

#almas de agua, navegantes de estrellas

> nasas <
foto: © Cártobas NicOh


Pescadores de luz, instantes y afectos.
Escultores de espuma sobre las olas.
Hacedores de vientos
con sabor a presentes salobres.
Buscadores de sirenas varadas
en la desierta playa de los sueños.
Almas de agua, navegantes de estrellas. 

Cártobas NicOh